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La afición rojilla se está ganando una fama de sufridora que va camino de desbancar a la de los equipos más experimentados en esta materia. Después de lo visto en el partido ante el Espanyol, todo parecía controlado, pero la cita ante el Athletic volvió a poner a prueba los corazones más castigados del mallorquinismo con una crueldad extrema. Y lo hizo además en un encuentro que bien podría servir para resumir la temporada, ya que en el se recogieron todos los estados de ánimo que ha identificado a la plantilla a lo largo del curso.

Son Moix volvió a vestirse de gala para desplazar al equipo a través de la jornada más determinante del torneo -sí, otra vez- y respondió de forma ejemplar lanzándole un salvavidas al grupo que dirige Cúper. Eso hizo que el ambiente del estadio poco tuviera que ver con lo que ha sido la tónica de la campaña.

La grada se implicó al máximo incluso en los peores momentos y ya ha empezado a pensar en el próximo desplazamiento a Riazor, para el que se prevé una respuesta masiva. Seguro que la Federació de Penyes empezará a trabajar de inmediato para satisfacer la demanda con el objetivo de que el Mallorca esté bien arropado en una prueba que será decisiva para el futuro en Primera del club.