Es el epicentro de todas las miradas. Incluso Paco Mancebo parece
haber pasado a un segundo plano en el hotel de concentración del
Illes Balears. Y es que el ciclismo español tiene en Alejandro
Valverde (Las Lumbreras, 1980) a su icono de futuro. La esperanza
blanca a la que Echávarri y Unzúe han dado la ocasión de estrenarse
en el Tour de Francia. «Estoy emocionado, es más grande de lo que
había imaginado, pero soy consciente de que he venido para aprender
y ayudar a Paco (Mancebo) a subir al podio. Puede hacerlo y para mí
sería un premio», admite el murciano, quien ha llegado en un buen
momento físicamente.
«Sé que tres semanas son duras, pero hay que saber dosificarse».
En ello le ilustró Eusebio Unzúe en los días previos. «Le tienes
que dar mucha información, debe asimilar lo que es el Tour poco a
poco y dando pasos firmes», comenta el director deportivo del Illes
Balears. La posibilidad de ser el mejor joven y subir al podio de
París está presente. «El maillot blanco es otro objetivo, pero
Karpets está muy fino y de momento nos debemos a él, pero que nadie
dude que si se presenta la ocasión, voy a luchar por una victoria
de etapa. Se la debo a mis compañeros y al equipo».
Con Lance Armstrong ya sabe lo que es compartir asfalto, pero en
el Tour, su compañía adquiere un rango más elevado. «Rodar junto a
Armstrong pone la piel de gallina, es algo especial, y más en el
Tour. Es uno de los más grandes, pero va a tener que trabajar este
año para volver a ganar. Cada vez tiene más enemigos, pero por el
momento se muestra firme, aunque a partir de mañana -por hoy- y a
medida que avance la montaña, podremos salir de dudas y tener más
argumentos para juzgar sus verdaderas opciones», explica un
Valverde que volcará sus esfuerzos en Alpes y Pirineos «en mantener
a Mancebo con los mejores», y que lleva con enorme naturalidad el
acoso mediático.
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