En la etapa en la que el Tour miró con pena la despedida de
Valverde, el héroe de Courchevel, McEwen alzaba los brazos con un
tiempo de 3:43.14 en los 173,5 kilómetros de recorrido, un respiro
ante el inminente sufrimiento que le espera en los Pirineos a
partir de hoy, sábado.
El pelotón bastante tuvo con pasar página bajo el horno del Midi
francés, donde los rayos del sol se convirtieron en puro fuego. Y
la general, sin alteraciones entre los favoritos, con Armstrong un
día más de líder y Botero en la quinta plaza de Valverde. El primer
español la víspera de la montaña pirenaica es Paco Mancebo (Illes
Balears), séptimo a cuatro minutos del gran jefe americano.
Lo que le faltaba al ciclismo español. Valverde, llorando
abatido, se bajó de la bicicleta nada más pasar el avituallamiento,
en el kilómetro 77. No podía más «y lo mejor era dejarlo», víctima
de una tendinitis que se originó en la contrarreloj por equipo y
que se complicó en la etapa que le enseñó a Armstrong el dorsal, en
la primera etapa alpina con final en alto.
Se marchó la joya del pelotón español, a sus 25 años, el hombre
que había enamorado en su primer Tour, el maillot blanco del mejor
joven y el quinto de la general. Al menos «y viendo la parte
positiva», como dijo, ya conoce la carrera, sabe sus posibilidades
y el año que viene volverá «con más rabia». Nadie le devolverá el
momento dulce que estaba viviendo, pero «el Tour es el Tour». Así
acababa su primer Tour de Francia, vestido de blanco pero sin poder
rubricar su condición de mejor joven en París. A medio camino se
quedó. En la carretera entre Miramas y Montpellier se esfumó su
sueño.
Valverde se despidió a lo grande. Ganó una etapa al mismísimo
Lance Armstrong, se destapó como el ciclista del futuro y, por
encima de todo, demostró que el Illes Balears cuenta con un
importante activo de cara al futuro. Con la voz entrecortada y
lágrimas en los ojos, el bravo corredor de Las Lumbreras decía
adiós, en una edición en la que podía haber dado esa alegría que el
ciclismo español ansía en la ronda gala. Ahora, Paco Mancebo se
queda sólo en su carrera de fondo hacia el podio y con los Pirineos
por delante, un reto que le motivaba, aunque nos tendremos que
quedar con las ganas.
La escapada
Cuando Valverde dijo adiós, estaba en marcha una escapada que nació
en el kilómetro 17 con cinco corredores: el español Flecha (Fassa),
los franceses Da Cruz (Francaise), Voeckler (Bouygues) y Turpin
(AG2R). y el estadounidense Horner (Saunier). El más «peligroso» de
la fuga era Horner, a 15 minutos, por lo tanto, el pelotón se
dedicó a guardar fuerzas para los Pirineos y esperar a que
espabilaran los equipos de los esprinters.
El quinteto alcanzó una ventaja máxima de 8.50 en el kilómetro
39. A partir de ese momento se puso las pilas el Davitamon Lotto,
que no quería dejar escapar una llegada masiva, ni perder de vista
el maillot verde para su guepardo australiano. La renta fue
disminuyendo a pesar del perfecto entendimiento entre los fugados.
A 50 kilómetros de meta, con menos de 2 minutos de retraso ya era
cuestión de esperar el momento de la caza.
Este se produjo a 17 kilómetros de meta, cuando el francés
Chavanel (Cofidids) alcanzó a los escapados y a continuación atacó
llevándose consigo a Horner, del grupo inicial. Ambos se lanzaron a
por la etapa y lograron llegar con el pelotón pisándoles la rueda a
la recta de llegada.
Con la emoción a flor de piel el grupo se echó encima como una
enorme losa, y del tumulto salió el jersey con la bandera
australiana de McEwen, especialista en salir de embrollos de esta
naturaleza. El ucraniano se vistió con el maillot blanco, el de
Valverde. Pero Alejandro volverá el próximo año para recuperarlo y
pasearlo por los Campos Elíseos.
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