Fernando Navarro celebra el gran gol que firmó anoche en el Coliseum Alfonso Pérez.

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Sobrevivió el Mallorca a una noche de calvario y desastre. La convicción de Fernando Navarro, inmenso en un disparo descarado en los postres del partido, rescató al equipo de Cúper de los infiernos de una derrota que se estaba ganando a pulso. La acción del lateral izquierdo, que sacó a paseo su zurda desde cuarenta metros y clavó el balón en la escuadra, le bastó al grupo isleño para atrapar un punto y condenar a un Getafe que había coleccionado ocasiones y juego como para haber resuelto la cita y asentarse en el liderato (1-1).

El partido arrancó sin chispa, con ambos equipos mirándose al espejo, esperando un amago del rival para ponerse manos a la obra. Ni el liderato del Getafe ni los cinco goles del Mallorca a la Real Sociedad activaron la maquinaria y la cita dio sus primeros pasos en tierra de nadie.

Pero el Getafe no tardó en tumbar el campo. Güiza, aquel ariete desgarbado que se cansó de vivir en las catacumbas del Lluís Sitjar, puso en jaque a toda la zaga con sus desmarques, sus caídas a las orillas. Su movilidad desajustó a la línea de fondo y el jerezano desenfundó a la primera. Fue a los siete minutos, en un balón largo que Güiza controló, miró y soltó un latigazo. No era un chut fuerte, pero a Moyà le temblaron las manos. El portero mallorquín, que se apoderó de la titularidad a última hora por una infección gástrica de Prats, puso los guantes con desconfianza y el balón viajó lentamente a la red.

El gol arrasó con todo. Primero con Moyà, a quien el choque se le hizo eterno aunque taponó algunas grietas en los últimos minutos. Y después al resto de sus compañeros. El Getafe presionó como siempre, con orgullo y toneladas de casta, pero también con un trato muy correcto del balón. Riki pidió turno desde el comienzo, con las fuerzas de su equipo intactas y la tribuna plagada de esperanza. También se ganó el sueldo Gavilán, un imberbe descarado que provocó varios descosidos por su carril. Con todo, el Getafe tampoco hacía nada del otro mundo.

Y es que el Mallorca se vio superado en todo el campo en un primer acto para arrojar por el retrete. Empezando por el centro, donde Borja y Doni ni robaron ni crearon. Por las bandas, Campano y Peralta se contentaron con intentar carreras imposibles de cuarenta metros. Por el centro, Arango se perdió entre líneas y Yordi no dio señales de vida ante sus ex.

El Getafe se comportó con sorprendente desenvoltura, bajos los rasgos de un equipo interesante, y el segundo gol pudo caer en un centro de Güiza y un remate a bocajarro de Matellán que murió bajo el cuerpo de Moyà.

Las cámaras sólo enfocaron a Luis García en un par de acciones; un disparo desde 45 metros de Borja que acabó en córner y un cabezazo de Doni que descansó en el lateral de la red. El resto, nada de nada. Despejes sin sentido, patadas a seguir de Ballesteros, errores no forzados de Borja en desplazamientos de balón...Un desastre. El Getafe disfrutó con una inesperada cortesía y vivió feliz en los minutos previos al descanso.

El Mallorca salió del vestuario con la brújula apuntando a la portería del Getafe, que pudo sentenciar a la contra. Sobre todo en un mano a mano de Riki que abortó Moyà primero y Maciel después.

Cúper ya había apostado por refrescar la banda izquierda y el ataque. La movilidad de Tuni fijó a Contra en defensa y propició ocasiones, mientras que Choutos rellenó de músculo el ataque. El griego dispuso de una gran ocasión, pero se empachó de balón y desperdició la acción. La velocidad de Okubo sacó de quicio a los centrales, que habían vivido sin sobresaltos. Con el Getafe desfilando por la pasarela del segundo gol, llegó la joya del partido, un disparo desde 35 metros de Fernando Navarro que le sirvió al Mallorca para atrapar un punto cuando ya agachaba la cabeza.