Decía Cúper en su última rueda de prensa que su equipo sólo
podía edificar una victoria en el Bernabéu sobre una buena
seguridad defensiva. Sin embargo, se le olvidó mencionar que es
necesario algo más para noquear a un equipo como el Madrid, que
carece de la disciplina que él tanto reclama, pero al que le sobra
tanto talento comoconstruir varios equipos a su alrededor. Ayer, el
destino le tenía guardada una macabra sorpresa al argentino.
Ronaldo volvió a entrometerse en su camino y le demostró que
también es posible construir un triunfo en medio de la nad, porque
al brasileño le bastó con un fogonazo para desconectar al Mallorca
y dejarlo sobre el precipicio (4-0).
Los jugadores del Mallorca habían salido al césped del Bernabéu
totalmente empapados de la filosofía de Cúper. El curso acelerado
de seguridad defensiva que había impartido el técnico durante la
semana empezaba a dar resultados y el equipo se posicionó ante el
Madrid con sus líneas muy juntas y midiendo al milímetro cada uno
de sus movimientos. El grupo isleño le cedió al cuadro local el
mando del partido y resistió sin problemas el proceso de rodaje de
los blancos, que no se caracterizan precisamente por su empuje
inicial. Con todos esos ingredientes y gracias a esas facilidades
que le concede el Madrid a todos sus rivales, el Mallorca se fue
quitando el miedo y se encargó de romper el hielo con dos tímidas
llegadas al área de Iker Casillas.
Mientras el Mallorca afilaba sus uñas, el Madrid ni se inmutaba.
Pablo García ponía orden en el círculo y le confiaba el resto de la
misión a los cracks madridistas, que a esas alturas seguían aún en
el vestuario. De hecho, la primera llegada con cierto peligro de
los blancos tuvo la firma de Míchel, que quiso probar la
consistencia de Prats con un disparo sin pólvora que el de
Capdepera blocó en dos tiempos (minuto 7). Aunque la perspectiva
era buena, el Mallorca se estancó en esa fase y el ritmo del choque
siguió menguando. Farinós apenas le daba salida al esférico, las
bandas estaban bloqueadas y Arango no hallaba un solo espacio para
maniobrar. Entre ese desierto, el único oasis al que podía acudir
el equipo de Cúper era la velocidad de Okubo, pero el japonés se
fue deteriorando en otras batallas y acabó desapareciendo.
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