Choutos, cabizbajo, lamenta un error, ayer en el Santiago Bernabéu. Foto: FELIX ORDÓÑEZ

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Decía Cúper en su última rueda de prensa que su equipo sólo podía edificar una victoria en el Bernabéu sobre una buena seguridad defensiva. Sin embargo, se le olvidó mencionar que es necesario algo más para noquear a un equipo como el Madrid, que carece de la disciplina que él tanto reclama, pero al que le sobra tanto talento comoconstruir varios equipos a su alrededor. Ayer, el destino le tenía guardada una macabra sorpresa al argentino. Ronaldo volvió a entrometerse en su camino y le demostró que también es posible construir un triunfo en medio de la nad, porque al brasileño le bastó con un fogonazo para desconectar al Mallorca y dejarlo sobre el precipicio (4-0).

Los jugadores del Mallorca habían salido al césped del Bernabéu totalmente empapados de la filosofía de Cúper. El curso acelerado de seguridad defensiva que había impartido el técnico durante la semana empezaba a dar resultados y el equipo se posicionó ante el Madrid con sus líneas muy juntas y midiendo al milímetro cada uno de sus movimientos. El grupo isleño le cedió al cuadro local el mando del partido y resistió sin problemas el proceso de rodaje de los blancos, que no se caracterizan precisamente por su empuje inicial. Con todos esos ingredientes y gracias a esas facilidades que le concede el Madrid a todos sus rivales, el Mallorca se fue quitando el miedo y se encargó de romper el hielo con dos tímidas llegadas al área de Iker Casillas.

Mientras el Mallorca afilaba sus uñas, el Madrid ni se inmutaba. Pablo García ponía orden en el círculo y le confiaba el resto de la misión a los cracks madridistas, que a esas alturas seguían aún en el vestuario. De hecho, la primera llegada con cierto peligro de los blancos tuvo la firma de Míchel, que quiso probar la consistencia de Prats con un disparo sin pólvora que el de Capdepera blocó en dos tiempos (minuto 7). Aunque la perspectiva era buena, el Mallorca se estancó en esa fase y el ritmo del choque siguió menguando. Farinós apenas le daba salida al esférico, las bandas estaban bloqueadas y Arango no hallaba un solo espacio para maniobrar. Entre ese desierto, el único oasis al que podía acudir el equipo de Cúper era la velocidad de Okubo, pero el japonés se fue deteriorando en otras batallas y acabó desapareciendo.