TW
0
HOSPITALET7 6
PALMA AQUA MÀGICA6 3

El Hospitalet frenó en seco al líder. El Palma Aqua Mágica encajó su segunda derrota del curso (76-63) ante un equipo que hizo del oficio, Jeffers y Terrell sus cartas de presentación, y ya contempla al León y al Drac Inca como compañeros de viaje en lo más alto. Los catalanes siguen, así, siendo la «bestia negra» de Doce y los suyos. Fue el partido más irregular de la temporada, el peor por fases. Battle funcionó, pero se echó de menos al mejor Miller. Con todos estos argumentos, los mallorquines se dejaron el liderato y contemplan la cita ante el Plasencia como una nueva reválida.

Comenzó Doce dejando fuera del quinteto inicial a Vallmajó y Miller. Las molestias del base lo hacían intuir, pero su presencia resultó del todo necesaria a medida que los minutos avanzaron. Pacreu se hizo con la batuta del Aqua Mágica en un arranque acelerado (1-4). Pero Alex Ros se propuso frenar en seco a un líder que no daba la imagen que de él se esperaba. A Battle le tenían el ojo echado y su ausencia en la estadística la notó demasiado el cuadro de Ciutat. El Palma no tenía su día y desaprovechaba posesiones a pares. Así, tres triples de Ros dispararon las expectativas de un Hospitalet que volvía a exhibir a Terrell, quién sino, como su principal argumento ofensivo. Vallmajó le dio un nuevo aire al Aqua Mágica, que por entonces añoraba a Miller y a un Juanma Ruiz inédito. Battle era el único que daba señales de vida en la pintura, secundado en algunas fases por un colosal Santi Toledo. El estadounidense le ganó la partida a Coego, Espuña y Terrell, pero seguía siendo el centro de todas las atenciones de Rubio y sus hombres. Entonces, llegó la reacción. Un triple providencial de Vallmajó daba al Aqua Mágica su primera renta de consideración (20-23) con el partido en marcha, aunque en ese punto se quedaron atascados los de Eloy Doce.

Unas veces por errores propios (se perdieron diez balones en los dos primeros cuartos), otras por el poderío de Terrell y la velocidad del contragolpe catalán, liderado por Jeffers. Doce apostó por entonces por poner en pista a dos bases -Vallmajó y Mena (valoración -10)-, pero el antídoto no surtió efecto. Terrell sellaba un doloroso parcial de 9-0 que daba una amplia máxima al Hospitalet (31-23) y las luces de emergencia se encendían en el banquillo palmesano. Miller, Vallmajó, Mena y Battle se iban cargando de faltas. Malas noticias ante lo mucho que restaba. Rubio puso en práctica una intensa defensa al hombre que asfixió a los mallorquines, incapaces de buscar una opción cómoda en 24 segundos.

Por entonces, Terrell seguía haciendo de las suyas y el Hospitalet alcanzaba la barrera de los diez puntos (35-25). Esta no perdía vigencia hasta el tiempo de descanso (39-29). Defensivamente, el Palma no ofrecía las prestaciones de otras ocasiones y aparecía fugazmente en el partido. La manija estaba en manos del rival y tocaba proeza para seguir arriba.

Los colegiados no estaban por la labor de equilibrar su personal balanza y el Aqua Mágica siempre era el perjudicado. Tanto que, casi sin quererlo, Pacreu y Vallmajó se vieron con tres faltas. El tercer cuarto fue para olvidar. Entre algunas decisiones puntuales de la pareja arbitral y el espesor del Aqua Mágica, al Hospitalet se le puso todo de cara. La técnica con la que castigaron a Doce era el reflejo de la delicada situación. Jeffers siguió siendo el eje de todos sus ataques y Espuña el ejecutor de la que parecía la sentencia de los baleares con tres puntos de oro (47-36). Pasaban los minutos y la reacción no llegaba. Al contrario, el Hospitalet se crecía ante un rival desconocido, que se veía doce abajo a diez minutos para el cierre (60-48).

En plena cuenta atrás para el milagro, un 0-5 de salida alimentaba el sueño, pero cada vez que el Palma se acercaba, aparecía Jeffers para frenar la euforia. Costaba anotar y la segunda derrota se veía venir cada minuto que corría en el electrónico (72-63, a 2:06). Los triples no entraban (2 de 17) y el Hospitalet hacía su trabajo ante la desesperación de un Doce que arrojaba la toalla. El triple de Jeffers a cuarenta segundos fue la rúbrica de una victoria trabajada.