El Mallorca está obligado a liquidar una vieja cuenta pendiente
para evitar una nueva caída. El conjunto rojillo se va a topar este
fin de semana con una dificultad montañosa que ha sido incapaz de
superar en los últimos años y tiene la obligación de darle una capa
de pintura a unos números oxidados si quiere seguir trepando en la
clasificación. El próximo objetivo del grupo de Cúper es el
Espanyol, pero también un estadio, el de Montjuic, en el que
acumula ya cuatro temporadas sin obtener nada interesante. El
recinto olímpico es también un escenario maldito para el técnico
bermellón, que intentará imponer sus argumentos después de fracasar
en sus cinco intentos anteriores.
Los desplazamientos del Mallorca a la Ciudad Condal nunca habían
deparado grandes alegrías, pero la situación se ha agravado en el
último lustro, justo después de que los baleares se apropiaran de
su botín más suculento. La última vez que los rojillos volvieron a
Ciutat con los tres puntos en su equipaje fue durante la primera
etapa de Luis Aragonés en el banquillo de Son Moix, en la temporada
2000-01, cuando tumbó al once catalán con un tanto de Albert Luque
que le aupaba a la cuarta posición del torneo y que le hacía soñar
con su segunda participación en la Liga de Campeones. Un año antes,
el Mallorca había conquistado por primera vez la montaña mágica con
Fernando Vázquez al frente (1-2), pero tras ese brillante binomio
todo se ha reducido a cuatro derrotas, ocho goles en contra y
unicamente dos a favor. Unos números raquíticos para un equipo que
necesita reafirmarse con una buena dosis de crédito.
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