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Hay tantas cosas que la hacen única que la lista podría ser demasiado extensa. De Debrecen a Atenas pasaron muchas cosas. Entre 2002 y 2004 la gimnasia española entró en una dimensión desconocida. Nunca antes había sonado el himno nacional en un Mundial. Nunca una deportista de este país se había pasado tres años entre las tres mejores del mundo. La inventora del «giro Gómez» va a ser la referencia durante muchas generaciones. Porque Elena es única, seguramente irrepetible. Jesús Carballo ha tenido siempre una relación muy especial con todas las componentes del equipo español, pero su trato con Elena Gómez ha sido especial. Contaba la mallorquina en una de las miles de entrevistas que ha concedido que para animarla le llamaba campeona, pero que no tenía demasiado mérito «porque nos lo decía a todas». La química entre el maestro y la pupila ya existía, pero Elena todavía no la manejaba en su plenitud.

Después de cinco años juntos, Elena sólo tenía que mirar a Carballo para saber lo que pensaba. El seleccionador sólo tenía que ver la cara de su gimnasta para saber la nota que iba a sacar. En Debrecen no se miraron. Carballo abrazó a Elena y le dijo tres palabras antes de que las jueces hicieran pública su nota: «Eres la campeona». Porque la tarde del 24 de noviembre de 2002 Elena Gómez la lió a lo grande. Su mentalidad perfeccionista le hace estar en permanente estado de concentración y su rostro solía ser serio cuando realizaba sus ejercicios, pero esa tarde parecía incluso que riera. Bailó a ritmo de «swing» durante algo más de un minuto. Se inventó en medio del ejercicio el «giro Gómez» -realizó un giro de cuatro vueltas sobre su pie derecho, algo que no había hecho nadie antes y que desde entonces lleva su nombre- y clavó sus cuatro diagonales.

Todo parecía preparado por un director de cine de suspense. El sorteo le había dejado la última y las jueces se demoraron unos minutos en dar la nota. Carballo no podía contener los nervios y se acercó a la mesa. Una juez amiga suya le guiñó un ojo. Y el seleccionador abrazó a su pupila. Poco después Elena Gómez estaba subida en lo más alto del podio. La constante progresión que había protagonizado Elena Gómez en los dos años anteriores había terminado desembocando en un título mundial, pero su currículo siguió aumentando. La mallorquina había tocado el techo y comenzó a participar en todas las citas importantes. Pruebas de la Copa del Mundo, Torneos Internacionales que enfrentaban a España con otras selecciones. Elena no fallaba. Prueba en la que participaba, prueba que ganaba. Su nombre se hacía más grande. Sus rivales le temían. Y las jueces ya la conocían.