Gregorio Manzano, en el centro de la imagen, dialoga con sus jugadores en Son Bibiloni. Foto: MONSERRAT

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Gregorio Manzano (Bailén, 1956) vuelve a pensar en rojo. 36 horas después del estallido de la primera gran crisis de la era Grande, los cimientos del Mallorca volvieron a consolidarse ayer con la investidura del técnico jienense. Después de aparcar en el cajón el nombre de Héctor Rául Cúper y enterrar la pésima primera vuelta del campeonato, el equipo rojillo asistió a un cambio de gobierno que ha resultado mucho menos traumático de lo que todo el mundo esperaba. El andaluz tardó sólo unas horas en levantar otra vez su campamento base en la ciudad deportiva y se arremangó pocos después de su presentación para llegar cuanto antes al objetivo previsto. Dos sesiones de entrenamiento más tarde, enuevo Mallorca ya estaba en camino.

Manzano es consciente de que se ha metido en un laberinto y ha acelerado sus pasos para no perder ni un segundo más por el camino. Para no varias esa mentalidad, el andaluz comprimió su agenda y se citó en Son Bibiloni con el presidente y todo su equipo a primera hora de la mañana para oficializar su ingreso en el vestuario rojillo. Allí le aguardaban casi tres decenas de periodistas que colapsaron la sala de prensa de la ciudad deportiva y que fueron testigo de un cambio de ciclo, del comienzo de una nueva etapa: «Vamos a tener un lema muy claro -señalaba- hay que mirar al frente sin miedo y no hay que temer a nada porque no hay nada perdido. Está todo por jugarse y quedan 45 puntos. En el año que estuve en el Rayo acabamos la primera vuelta con trece puntos y fue realmente difícil de levantar. Si hechos como ése son reales, la situación actual se puede invertir», advertía entre flashes. Sin tiempo para demasiadas reflexiones, Manzano destacó que en su manual va a predominar sobre todo la psicología, una materia que él maneja con autoridad: «Nuestro estado de ánimo debe ser siempre positivo. El fútbol es un deporte tan apasionante que aquel que entienda que antes de jugar ya ha perdido no sirve para este deporte. Esa es una de las consignas que recibirán los jugadores y todo el mundo debe tener la mente puesta en que esta situación es real. He venido convencido de que el Mallorca va a permanecer en Primera, si no, no estaría aquí».

Antes de extrapolar ese mensaje al resto del mallorquinismo, el de Bailén insistió en que su gran preocupación ahora mismo es el estado anímico de sus jugadores: «El fútbol es un deporte que se juega con los pies, pero empieza por la cabeza y si ésta no funciona no funciona nada. Nuestra meta es alcanzable sin prisas y sin ansiedad, pero el trabajo debe ser constante y mirar siempre al frente con optimismo. A partir de ahí, las cualidades del futbolista deben mostrarse sobre el campo. El grupo debe estar comprometida y esa es ahora una de nuestras principales misiones. Nos jugamos la vida y no sólo la nuestra, sino también la de toda la gente que está detrás del Mallorca». El nuevo capitán de la nave rojilla tiene una visión muy positiva del campeonato y va a reforzar la autoestima del plantel para recuperar en breve el terreno perdido. Sin embargo, recuerda que hay elevar el grado de exigencia para no reeditar viejos errores: «Si ahora mismo hiciéramos un análisis de los seis equipos que están metidos ahí entre tres puntos, no habría ninguno que pudiera poner la mano en el fuego para decir que está salvado. Esa es la realidad que tenemos que trabajar ahora mismo y el Mallorca está metido en una dinámica y ahora que tenemos que sacarlo de ahí y después extraer conclusiones. Nuestro reto ahora mismo es salvar la categoría y el año que viene ya veremos la historia desde este punto de vista».