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El conjunto balear, que llevaba mucho tiempo en deuda con su afición, se agarró a la grada para marcharse con la cabeza muy alta del torneo y para certificar que seguirá otro año acomodado entre los más grandes. Y van diez (3-1). Era un partido sin demasiados alicientes y se notó demasiado en su origen. Tanto el Mallorca como el Zaragoza salieron al terreno de juego con la tensión propia de un encuentro de pretemporada y costó más de lo previsto encarrilar la cita hacia el terreno del espectáculo.

El conjunto maño, que se presentó en Palma con lo justo para cumplir el trámite, no planteó ninguna oposición y dejó que fueran los locales los que llevaran el peso de la función. Los rojillos en cambio, comparecieron con un equipo plagado de rostros no habituales y tuvieron que rodar su engranaje durante muchos minutos antes de poner cerco a la portería de César.

El público, que sabía muy bien a que tipo de partido acudía, no se desesperó y fue contemplando como el Mallorca se crecía pasito a pasito en medio de la nada. Era una cita muy especial para los que finalizaban su relación con el club, pero también para Juan Arango, el gran icono bermellón tras la salida de Etoo. El venezolano, que es ya el protagonista de la mayoría de rumores que tienen que ver con el mercadeo futbolístico que se avecina, también quería reivindicarse.