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Tolo Jaume|PARIS
Rafael Nadal persigue hoy su segunda final consecutiva en Roland Garros y su penúltimo obstáculo en la carrera por retener de nuevo con el cetro de la tierra es Ivan Ljubicic. El tenista mallorquín parte como favorito para la reconquista de París en un duelo en el que los precedentes y la estadística le sonríen. No obstante, no es sólo cuestión de números, ya que las condiciones físicas y el juego del manacorí son una garantía ante un rival más peligroso sobre superficies duras que sobre la arcilla.

El número dos del mundo, que jugará en el segundo turno de la central a continuación del partido que enfrentará a Roger Federer y David Nalbandian, se presenta en la antesala de la final después de haber dispuesto de un día de descanso tras su partido interrumpido antes de tiempo con Novak Djokovic, por lo que ha podido recuperarse de la exigencia de una segunda semana en la que avanzó con duelos de alto voltaje ante Mathieu y Hewitt.

El vigente campeón de la Copa de los Mosqueteros, que desde su derrota ante Federer en la final del Masters Series de Miami en 2005 no ha vuelto a perder con un top ten, acumula una racha de 58 victorias consecutivas sobre tierra batida y doce triunfos seguidos en el Bosque de Bolonia, donde se mantiene imbatido desde su debut y donde Ljubicic ha alcanzado este año su mejor resultado gracias al guiño que le hizo el sorteo. Y es que en su camino hasta la semifinal el croata ha esquivado a jugadores peligrosos que transitaban por su parte del cuadro y no se ha enfrentado a ninguno que estuviera entre los 75 primeros de la ATP. Pero la ventaja de Nadal sobre su adversario reside en su estilo de juego. Ljubicic es un jugador con un servicio temible, pero su capacidad de desplazamiento puede verse mermada a medida que transcurran los minutos. La exigencia de un partido ante el mallorquín puede acabar con al resistencia del croata, cuya facilidad para subir a la red se puede ver contrarrestada por los espectaculares passings de Nadal, que deberá obligar a su rival a moverse y sobre todo castigarle con bolas altas, un aspecto del juego que precisamente estuvo trabajando Ljubicic en su entrenamiento de ayer.

Peligros
El jugador croata alcanzó su mejor resultado en Roland Garros en 2003 al llegar a la tercera ronda, pero quiere desquitarse en un escenario como la Philippe Chatrier, que espera un lleno absoluto para presenciar el choque. En cualquier caso su camino hasta París tiene altibajos en lo que a la preparación sobre tierra batida se refiere. Ljubicic logró los cuartos de final en Montecarlo como mayor hito en el presente curso, en el que cayó en la primera ronda del Masters Series de Roma ante Fernando González y en el que perdió en el Masters Series de Hamburgo en la segunda ronda ante José Acasuso.

Nadal y Ljubicic se han visto las caras en tres ocasiones, todas la pasada temporada y todas sobre superficie dura, con un balance favorable al mallorquín de 2-1. El croata golpeó primero cuando ambos contendientes se toparon en Doha, pero a partir de ahí sus enfrentamientos los ha dominado Nadal, que pudo con él en Miami y en la final del Masters Series de Madrid. Ahora, el destino vuelve a plantearle amanacorí la posibilidad de seguir haciendo historia en el Grand Slam jugado sobre polvo de ladrillo. Dos victorias ya le separan de la gloria.