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Amador Pons|PARIS
Basta echar un vistazo a los enfrentamientos de Roger Federer con los top ten para entender que ganar al número uno del mundo es una misión muy complicada. Del mismo modo que es suficiente con mirar al resumen de los enfrentamientos previos para percibir que Rafael Nadal ha encontrado la fórmula. Tres años después de que accediera al trono de la ATP, el tenista suizo se ha encontrado con un jugador capaz de intimidarle, con un deportista que le supera constantemente.

Roger Federer es diferente. Que hace unas semanas batiera el récord de puntos de la ATP evidencia la superioridad con la que reina en el circuito, por lo que muchos jugadores y profesionales del mundo de la raqueta le han calificado ya como el mejor tenista de la historia pese a que todavía está lejos de los 14 Grand Slams de Pete Sampras o que aún no ha conseguido completar el Grand Slam como lo hizo hace unos años Andre Agassi.

Técnicamente perfecto, Roger Federer es sin duda el tenista más plástico del circuito. Todos sus movimientos están sincronizados. No comete errores. Se desplaza bien, golpea correctamente, acaba todos sus tiros. Su dominio absoluto en los tres últimos años evidencia que además de jugar bonito, tiene un tenis muy efectivo. Lo ha ganado prácticamente todo y frente a todos los jugadores importantes del mundo presenta un balance positivo, excepto ante Nadal.