Aficionados argentinos celebran el pase de su selección como primera de grupo en un local de Palma. Foto: JAUME MOREY

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El duelo más esperado de la primera fase, el clásico entre dos estilos, el Holanda-Argentina desembocó en un empate sin goles ni brillo. Ambas selecciones ahorraron energías para empresas de mayor calibre y sellaron un pacto de no agresión. Estaban clasificadas de antemano y el liderato del grupo no figuraba en el guión. Ganando o empatando, el grupo albiceleste se cruzaba en octavos con México; perdiendo, con Portugal. Ni sudamericanos ni europeos dieron alguna pista sobre sus preferencias. Daba igual. Es la ventaja de los ganadores, que no se alteran por el rival. Bastante tendrá el adversario con preocuparse de ellos, pensaran.

Van Basten y Pekerman dejaron a su lado a sus mejores hombres (Crespo, Van Bommel, Robben, Gio...) y el partido se eternizó. Argentina pisó el acelerador en el primer tiempo con Leo Messi al volante, pero acabó encerrada en su parcelita del área y pidiendo la hora. Holanda asustó con alguna bala lejana, aunque tampoco inquietó demasiado. La batalla comienza con los octavos. Ayer fue un ensayo sin gracia. Una curiosidad: el grupo de Pekerman, que se podría cruzar con Alemania en cuartos si ambos saldan sus respectivos compromisos, se aparta del camino de España hasta una hipotética final.

La jornada de hoy, penúltima de la primera fase, arroja duelos de alto voltaje. A la hora de la siesta, Italia y Chequia se la juegan en una cita terminal. Quien pierda ya puede preparar las maletas. A Italia le basta un empate. Pero tiene tras de sí el peligro de que un triunfo de Ghana le dejaría segundo y con el temido cruce de octavos contra...Brasil.