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J.Villagarcía|TOKIO
La llegada a Japón de las mejores selecciones de baloncesto del mundo apenas ha levantado expectación, en un país donde reina el béisbol, seguido por el pujante fútbol y el tradicional sumo.

El baloncestista japonés más famoso se llama Hanamichi Sakuragi, un estudiante de secundaria que se autoproclama «el rey de los rebotes». Pese a su tremenda popularidad, que ha traspasado las fronteras japonesas, este pívot pelirrojo de 1,92 metros y unos 83 kilos, capitán del instituto «Shohoku», no representará a su país en el Mundial. Simplemente porque se trata de un personaje de manga (cómic japonés).

La afición por el «basket» se disparó en Japón en los noventa gracias a «Slam Dunk», el cómic de Takehiko Inoue que durante varios años ostentó el récord absoluto de ventas en el archipiélago nipón.

Posteriormente, las aventuras deportivas y sentimentales de Sakuragi fueron trasladadas a la pequeña pantalla con una serie de animación que dio la vuelta al mundo.

Este pequeño «boom» no se tradujo en una liga profesional hasta el año pasado, cuando se estrenó la «bj-league», con seis equipos: Osaka Evessa, Niigata Albirex, Tokyo Apache, Sendai 89ers, Oita Heatdevils y Saitama Broncos.

El experimento ha funcionado y la segunda campaña, que comenzará en noviembre, contará con dos clubes más, Toyama Grouses y Takamatsu Five Arrows.

Pese a la juventud del baloncesto japonés, el año pasado un jugador nipón, Yuta Tabuse logró encaramarse hasta la cumbre más alta para todo baloncestista, la NBA, y lo hizo con un contrato en el bolsillo de los Suns de Phoenix.

Los medios japoneses se volcaron en la gesta del rápido base de 25 años y 1,75 metros de altura, que al final sólo duró cuatro partidos en los que dispuso de escasos minutos y apenas pudo demostrar su calidad.

Yuta Tabuse tampoco defenderá los colores de su país en el Mundial, al preferir centrarse en su asalto a la NBA, desde el Alburquerque Thunderbirds, en una de las ligas estadounidenses menores.