Gasol está descartado para una final (12.30 horas, La Sexta) que, como todo el equipo español, ha soñado durante mucho tiempo. «La medalla de oro me quitaría todo el dolor que siento», aseguró al salir del hospital Kato Seikei Geka el jugador de los Memphis Grizzlies, cubierto por un seguro especial para este tipo de contingencias, como los demás jugadores españoles.
El quinto metatarsiano del pie izquierdo del ala-pívot no aguantó un reverso en ataque. Una fractura parcial de ese hueso le deja fuera de combate para la final. Su ausencia cayó como una bomba en el seno de la selección. El vestuario de España era un mar de lágrimas después de tumbar en semifinales a Argentina (75-74) por la lesión de alma mater de este equipo más allá de lo deportivo.
Gasol es uno más. Nada que ver con la estupidez de algunas estrellitas. Es un amigo dentro de un grupo de amigos. Verle salir en volandas del Saitama Green Arena empapado en sudor y lágrimas nada más conseguir el éxito más grande del baloncesto nacional junto con la plata de Los Angeles'84, que ahora se puede superar, partió el corazón de España.
Dolor y rabia
Este equipo, sin embargo, está hecho de una pasta especial, de la misma pasta que Gasol. Nada más entrar al vestuario, con el jugador de los Grizzlies postrado en una silla de ruedas, roto por el dolor y la rabia de no poder ayudar a sus compañeros en la gran final, José Vicente Hernández, el seleccionador español, hizo una llamada a la unión para superar el golpe, a la fuerza del grupo para regalarle el oro a Gasol.
El ha sudado tanto como el que más para llegar hasta esta histórica final con un grupo de amigos, de esforzados jugadores que saben sacrificarse en pos del bien común, empezando por su propia persona. Qué este hombre no pueda jugar la final es una de esas tremendas injusticias que a veces suceden en el deporte.
España se niega a aceptarla. España quiere colgarle el oro del cuello a su estrella. Quiere devolverle todo lo que él le da. Quiere verle feliz y hacerle más llevadera la recuperación del pie que se ha jugado por sus colores.
Por eso va a hacer todo lo posible por imponerse a un equipo con mayúsculas como el griego; con un entrenador con mayúsculas como Panagiotis Giannakis; una defensa de libro, igual que la española; y una línea exterior deliciosa con Vassilis Spanulis, Dimitris Diamantidis, Nikos Hatzivretas y, atención, el magistral Theodoros Papalukas.
A España, lo dice 'Pepu' Hernández, le quedan once jugadores. El golpe es muy duro en lo deportivo y brutal en lo personal, pero la selección, donde hay otro Gasol listo para la acción, Marc, quiere el oro.
Grecia es un equipo maravilloso. Actual campeón de Europa, siempre juega al ritmo que le interesa. Lo marca desde las magistrales manos de Spanoulis, Diamantidis y Papaloukas, en especial éste, que suele incorporarse desde el banco para cambiar de velocidad. Excepcional en la lectura del juego propio y del rival, con un instinto natural para este deporte, el jugador del CSKA Moscú es la prolongación de Giannakis en la pista.
Los griegos suman fuerza física y excelencia táctica a su equipo. Son un bloque hecho a la medida del baloncesto que practicaba su técnico cuando era jugador del Panionios, de la selección griega y, luego del Marusi, donde acabó su carrera. Atrás quedaron títulos nacionales y europeos de clubes y, en el momento culminante, el oro en el Europeo de Atenas'89. Como entrenador lo obtuvo el año pasado en Belgrado. Es el único que lo ha logrado en la pista y en el banco.
Así es el escollo que separa a España del oro. Seis jugadores de la selección española son campeones del mundo júnior en Lisboa'99 -Felipe Reyes, el propio Pau, Carlos Cabezas, Berni Rodríguez, Juan Carlos Navarro y José Manuel Calderón-. Ellos y el resto del equipo quieren regalarle un oro a su amigo Pau.
Optimismo
El vestuario destila optimismo y ambición. Alex Mumbrú, nuevo alero del Real Madrid y de la selección española, resumió el espíritu con el que España afronta la final del Mundial 2006 para intentar ganar el oro porque el equipo tiene «a mucha gente detrás» y no se conforma con la plata ya garantizada.
«No nos conformamos. La gente dice que podemos conformarnos por haber hecho algo importante y tener una medalla de plata. Ni yo ni ninguno de este equipo nos conformamos», dijo el alero.
Mumbrú indicó que España «ganará o no, pero va a luchar para conseguirlo. Hay mucha gente detrás y no podemos conformarnos con lo que tenemos. Hay que luchar por más». «Grecia es el mejor rival porque está en a final y, a la vez, el peor por las circunstancias», aseguró el internacional español.
El mallorquín Rudy Fernández explicó que después de la semifinal contra Argentina «costó un poco dormir, pero creo que el equipo ha descansado bien. Ha habido la suerte de haber podido dormir bastantes horas».
«Es difícil estar tranquilo. Hemos visto todas las noticias. España está muy volcada con nosotros y esperamos poder darle una gran satisfacción a todos», añadió.
El alero es consciente de lo que le está pasando en Japón: «Tengo veintiún años y vivir esto es un sueño hecho realidad. Aparte, este año ha ido todo muy bien con mi club. Acabar la temporada con una medalla con la selección es increíble. Si es de oro todavía más».
«No he visto los porcentajes -individuales del campeonato-. Me han comentado que están muy por encima -los suyos en comparación con otros jugadores jóvenes-. No es algo que tenga en mente. El equipo me ha ayudado muchísimo y 'Pepu' me ha dado mucha confianza. Ser el mejor joven es lo que menos me preocupa», afirmó el jugador mallorquín, candidato a mejor jugador joven del Mundial.
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