El pívot Pau Gasol, saludando a los miles de aficionados que se congregaron ayer en la Plaza Castilla. Foto: EFE

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Madrid se echó a la calle para recibir a los campeones del mundo de baloncesto. La hazaña de los héroes de Saitama, que pisaron suelo español a las 23:38 horas, transformó una plácida noche en una auténtica fiesta. Entre 90.000 y 110.000 personas se congregraron en la Plaza de Castilla para agasajar a los héroes de Saitama. Nada más tomar tierra, los internacionales, cuerpo técnico y dirigentes se dirigieron a la sede de la Federación Española de Baloncesto para subir al autobús descapotable que les condució por las calles de Madrid hacia el corazón de la fiesta. Ataviados con banderas y con los colores de la selección española, los aficionados abarrotaron el lugar escogido para la celebración desde primeras horas de la tarde. Los cánticos de «Campeones, campeones» o «Sí, sí, sí, el oro ya está aquí», además de otros más típicos y populares, atronaban en un ambiente festivo donde los aficionados, luciendo en su mayoría colores de la selección española, y las pancartas de ánimo y elogio, de las que el fútbol, el deporte ahora en el segundo escalafón, tampoco se libraba. «Garbajosa, quiero ser tu esposa», o «Gasol, campeón», lucían en la primera fila.

La espera, sin embargo, quedó perturbada durante algunos minutos por un incendio declarado en una de las torres que se están construyendo en las instalaciones de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid. A las 0.35 horas, los integrantes de la selección comenzaron a ocupar el techo del autobús descapotable que adornaba un gigante «España, campeona del mundo». El mallorquín Rudy Fernández, en vaqueros piratas, con una camiseta roja que lucía «Golden Boys» y la red de una canasta del Saitama Arena en el cuello, fue uno de los principales animadores de la fiesta. Gasol, muleta en mano, también celebró el éxito junto al resto de sus compañeros. Los jugadores comenzaron a lanzar cerveza o champán al medio millar de seguidores presentes en la sede de la Federación en la Avenida de Burgos, cercana a la Plaza Castilla, en la zona norte.

Los aficionados, que se concentraron ante el escenario desde el que hablaron los jugadores, no cesaron de corear al unísono «campeones, campeones, oé, oé, oé», «España, España» ó «Pepu es cojonudo, como Pepu no hay ninguno». Portando numerosas banderas de España y vestidos con camisetas de la selección, los aficionados esperaron impacientes la anhelada llegada de sus ídolos. Mientras tanto, la polícia municipal intentaba controlar que la gente no se aglutinara sobre las vallas que separaban la plaza del escenario, en el que trabajaron hasta el último instante algunos operarios para colocar un cartel que reza: «¡¡Gracias Campeones!!». Allí, en el escenario, la canción «Hombre Despechado», del mallorquín Riki López, conocida ya como la canción del Mundial tal y como informó ayer Ultima Hora sonó como música de fondo para jolgorio de los jugadores, que no han cansado de tararear la música compuesta por ecantahumor -como él se define- durante la larga concentración. Eran las 0.50 horas y la Plaça Castilla comenzó a rugir. Uno a uno, espeaker presentó a los jugadores, que fueron coreados con entusiasmo por miles y miles de madrileños que aguantaron pacientemente la llegada de sus ídolos. EWe are the Champions sonó de fondo con los jugadores abrazados en el centro del escenario. Carlos Jiménez, el capitán, y el seleccionador Pepu Hernández, fueron los primeros en coger el micrófono. El técnico, que perdió a su padre en la víspera de la final, soltó un breve pero emocionado discurso. «Recordar una palabra, ba-lon-ces-to», subrayó ante una avalancha de aplausos.