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Carlos de Torres|MADRID
La Vuelta a España dejó un buen recuerdo con el triunfo del kazako Alexandre Vinokourov, superior en su duelo con Alejandro Valverde, y regaló tres semanas de buen ciclismo con emoción hasta el último día, aspectos que ayudan a recuperar la credibilidad de un deporte inmerso en las consecuencias del dopaje, las cuales deben ser sujeto de profundo análisis, sin caer en el olvido, a fin de salir del kilómetro cero hacia un futuro mejor. La Vuelta tuvo todos los ingredientes para disfrutar del espectáculo del ciclismo en su máximo esplendor. Nombres ilustres del pelotón de apuntaron en los triunfos de etapa, el maillot oro tuvo seis dueños, y sobre todo, la figura de Valverde levantó de la siesta a los españoles en su lucha con Vinokourov. En definitiva, una carrera espectacular que colmó los deseos de los organizadores en la parcela deportiva.

Algo similar sucedió en el pasado Tour de Francia. A pesar de un convulso comienzo que puso en la calle a las principales figuras, deportivamente enganchó a la afición y se hablaba de un bálsamo para el ciclismo, que había vivido en unas cuantas jornadas toda su carga épica, demostrando que sin estrellas el negocio también funciona. Luego llegó el positivo de Landis y el enésimo retroceso al desván. Las hazañas contadas del estadounidense no eran más que un espejismo.

Sin necesidad de sospechar que el desenlace de la Vuelta sea el mismo -de momento todos los controles han arrojado resultado apto-, la realidad debe ser afrontada por todos los estamentos del ciclismo, con ganas de enfrentarse a la realidad, de hablar claro, de evaluar consecuencias y de marcar cuál debe de el camino de un deporte que precisa cirugía de urgencia. Los síntomas y consecuencias no son para menos. Dos equipos se despiden esta temporada del pelotón, el decano Comunitat Valenciana y el Phonak; los patrocinadores huyen del ciclismo, la Vuelta se quedó sin el suyo a raíz del caso Landis; las grandes figuras de las grandes vueltas, como Basso, Ullrich y Heras están inmersos en la zona oscura del dopaje, algunos ex compañeros de Lance Armstrong aseguran que consumieron EPO antes del famoso Tour de 1999 y la Operación puerto sigue pendiente.