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Fernando Fernández|ESTORIL
Los resultados de Jorge Lorenzo en la pista llevan tras ello incontables horas de entrenamiento, de esfuerzo físico y mental. Pero también una labor que antes, durante y después de las tandas y las carreras se desarrolla en la intimidad del box. Son los mecánicos el nexo entre la moto y el piloto, y en el caso de Jorge, los responsables de la puesta a punto del ingenio de la factoría de Noale que le ha llevado a lo más alto en ocho ocasiones, son algo más que simples compañeros de box, motorhome y de viaje.

El buen ambiente que se siente en el seno del equipo de Dani Amatriaín se traslada al montaje y el tratamiento de la máquina durante los entrenamientos y los Grandes Premios. El responsable de este grupo es Juan Llansá. Probablemente, una de las personas que puede presumir de haber visto crecer a Jorge como piloto. No en vano, le conoce desde los diez años, aunque desde hace seis que comparte las sensaciones del Mundial codo con codo.

«Es un chico fantástico, y con el paso del tiempo, nuestra relación ha ido a más. Él comprende nuestra labor y nosotros la responsabilidad que tiene encima, y esa mezcla, unida a las muchas horas que pasamos juntos, ayuda a trabajar más a gusto», admite Llansá, el gran animador y promotor de las celebraciones de Jorge en cada una de sus victorias a lo largo de esta temporada. Su relación va más allá de las motos.