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Fernando Fernández
La edición más polémica de las muchas que arrastra a sus espaldas la Pujada al Puig Major, la clásica del automovilismo balear por excelencia, volvió a demostrar que la afición al deporte de las cuatro ruedas necesita eventos de este calibre. Las rampas que unen Sóller con la cima más alta de Mallorca estuvieron abarrotadas de aficionados, menos que en otras ocasiones, que disfrutaron con las evoluciones de los cerca de sesenta participantes que tomaron los 4,4 kilómetros de los que constaba la carrera, que discurrió sobre un desnivel del 5,35 por ciento.

La Escudería Serra de Tramuntana fue la responsable de la organización de la que era la última prueba puntuable para el Campeonato de Balears de montaña, que esta temporada se ha reducido a cuatro mangas (Son Mas, Sant Salvadro, Eivissa y Puig Major).

La proximidad del Rally Dijous Bo y el alto porcentaje de abandonos que se registraron en aquella prueba pasaron factura a la hora de conformar un orden de salida, pero pese a ello, los mejores especialistas en montaña estuvieron desde el sábado rodando sobre el asfalto de la C-710, testigo mudo de la Pujada al Puig Major que meses atrás fue suspendida por un problema burocrático entre la Federación Balear de Automovilismo y los organizadores. Toda vez que se solventaron aquellas diferencias, se hizo realidad una de las pruebas deportivas por excelencia.