Undiano Mallenco muestra la tarjeta roja a Ballesteros en el minuto 65 de partido. Foto: CARLOS LAGO

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Carlos Román (A Coruña)
El Deportivo se bebió anoche la Copa del Mallorca. El equipo que dirige Gregorio Manzano se abrazó durante muchos minutos a la épica y llegó a tener en su mano el pasaporte hacia la siguiente fase, pero se detuvo a las puertas de la gloria de forma cruel y dolorosa. Los baleares dieron la cara en todo momento y marcaron la pauta frente a un rival triste y apagado, aunque hincaron la rodilla cuando la misión aún no se había completado y dejan la competición por la puerta de atrás por culpa del pesado lastre que adquirieron en la ida.

Y eso que las sensaciones iniciales fueron especialmente agradables. El Mallorca, lejos de volcarse de inmediato sobre la portería de Aouate, prefirió cocinar la remontada a fuego lento y Manzano se limitó a marcar su territorio con sigilo, conquistando los puntos estratégicos del terreno de juego Caparrós en cambio, argumentó su discurso en el renta que había amasado en el ONO Estadi y forró su equipo con jugadores de la cantera para no perder el hilo de la Liga.

Su exagerada relajación propició que el Deportivo estuviera sedado durante toda la primera parte y que el Mallorca le arrebatara el espacio en muy poco tiempo. Con ese paisaje de fondo, daba la sensación de que los primeros veinte minutos serían de relleno. La pelota circulaba en todo momento muy lejos de la zona de conflicto y la batalla parecía reducida a una simple partida de ajedrez, pero los baleares habían empezado a desplegar su artillería.