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Fernando Fernández
Con cerca de sesenta años y varias vueltas al planeta, Giovanni Sandi ha encontrado en la recta final de su trayectoria una motivación más para no irse del «paddock». El veterano técnico, para muchos el mejor mecánico que ha tenido jamás Aprilia, es a sus 58 años una institución. Los más jóvenes le respetan. Los más forjados, le admiran y apenas se atreven a discutirle sus decisiones. Cuando Jorge firmó por Aprilia, el entrañable señor Sandi no dudó en asumir el reto de hacerle campeón del mundo, de devolver a la firma de Noale el reinado de los 250 centímetros cúbicos. Testigo de la irrupción de Aprilia, de su crecimiento y de algunas de sus mayores gestas, ahora es el director técnico de la RSW de Lorenzo y el responsable máximo de que todo funcione a la perfección, uno de los rasgos que definen a este milanés apasionado por un deporte que para él es una forma de entender la vida.

La moto de Randy Mamola fue su primer gran trabajo, sin olvidar su obra maestra, la Aprilia con la que Maxi Biaggi (el ídolo de Lorenzo) obtuvo tres de sus cuatro títulos mundiales de 250 (1994, 95 y 96). Harada, Barros, Porto y ahora Lorenzo, entre muchos otros, sólo pueden hablar maravillas de un personaje dentro y fuera del box, por el que pasea con una bicicleta plegable. Con Rossano Brazzi, ahora enrolado en el Team Toth (Aprilia) y con Héctor Barberá como punta de lanza, forma la dupla más temida de técnicos del Mundial. Brazzi, también conocido ya como el «Anti-Sandi», ya le ha lanzado un pulso y los entrenamientos de Jerez sirvieron para desafiar a Jorge, Giovanni y todo el equipo. Será uno de sus rivales en una cilindrada en la que el título de marcas y el de pilotos es la meta fijada por los Mercanti, Sacchi y Dall'Igna, rostros visibles de Aprilia.