Antonio Lafuente|ROMA
Políticos, profesionales y aficionados del fútbol vuelven a rasgarse las vestiduras por la violencia en los estadios italianos, horas después de que el último episodio haya costado la vida a un agente de policía en Sicilia. Vuelven a rasgarse porque la violencia en el fútbol es algo habitual en Italia, donde todos los fines de semana suele haber batallas campales que suelen terminar con heridos, y las declaraciones, condenas, mea culpas, decisiones drásticas, se suceden sin que en realidad se ponga fin a tales desmanes. De hecho, la actual jornada debía servir para rendir homenaje a Ermanno Licursi, dirigente de un club del campeonato de aficionados asesinado a golpes en una pelea surgida la semana pasada al término de un partido. Si la batalla del pasado viernes por la noche en Catania, donde se disputó el derbi entre el equipo local y el Palermo, ha saltado a las primeras páginas es por la magnitud que adquirió: un muerto, un herido grave y setenta heridos de diversa consideración, entre ellos, nueve carabineros, cincuenta y dos policías y una decena de civiles.
Fútbol internacional
La batalla de Sicilia detiene la Liga
El campeonato se suspende «por tiempo indeterminado» tras la muerte de un agente
04/02/07 0:00
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