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Antonio Lafuente|ROMA
Políticos, profesionales y aficionados del fútbol vuelven a rasgarse las vestiduras por la violencia en los estadios italianos, horas después de que el último episodio haya costado la vida a un agente de policía en Sicilia. Vuelven a rasgarse porque la violencia en el fútbol es algo habitual en Italia, donde todos los fines de semana suele haber batallas campales que suelen terminar con heridos, y las declaraciones, condenas, mea culpas, decisiones drásticas, se suceden sin que en realidad se ponga fin a tales desmanes. De hecho, la actual jornada debía servir para rendir homenaje a Ermanno Licursi, dirigente de un club del campeonato de aficionados asesinado a golpes en una pelea surgida la semana pasada al término de un partido. Si la batalla del pasado viernes por la noche en Catania, donde se disputó el derbi entre el equipo local y el Palermo, ha saltado a las primeras páginas es por la magnitud que adquirió: un muerto, un herido grave y setenta heridos de diversa consideración, entre ellos, nueve carabineros, cincuenta y dos policías y una decena de civiles.

También han contribuido las imágenes difundidas por la televisión, en las que los aficionados arrojando objetos a los todoterrenos de la policía recordaban a las que generalmente se ven en Oriente Próximo cuando los palestinos se enfrentan a pedradas contra el Ejército israelí. No es de extrañar así que uno de los fiscales del caso haya hablado de «intifada» ni que entre los catorce detenidos tras los incidentes haya nueve menores. Tampoco extrañan las primeras medidas tomadas, algunas adoptadas ya en otras ocasiones: suspensión del campeonato y un rosario de reuniones. Por ejemplo hoy se reúne el Comité Olímpico Nacional Italiano, pasado el ministro del Interior, Giuseppe Amato, su colega de Deportes, Giovanna Melandri, y el comisario extraordinario de la Federación de Fútbol, Luca Pancalli, y el martes la Liga Nacional de Fútbol.

Las declaraciones de los políticos también recuerdan a otras ya escuchadas, como las de Pier Ferdinando Casini, uno de los líderes de la oposición que ayer clamaba «tolerancia cero para la violencia en los estadios». O las acusaciones y recriminaciones entre unos y otros, como el titular de Interior que ha afirmado que no enviará a la policía a los estadios en estas condiciones, mientras su colega Fabio Mussi ha asegurado que si los equipos tienen «para pagar diez o veinte millones por un delantero centro, también los tendrán para garantizar la seguridad». Y en el frente de las condenas, los profesionales, como Luciano Spalletti, actual entrenador del Roma, dicen: «así no se puede seguir adelante», mientras el presidente de la Asociación de Jugadores, Sergio Campana, dice que «la suspensión del campeonato debe durar un año».