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Llueve en Aveiro, localidad próxima a Oporto y cuya principal referencia es una ría que forma una amplia cuenca donde desembocan hacia el mar las aguas del río Vouga. Con apenas 50.000 habitantes, Aveiro vive mirando al hacia el Atlántico, aunque también a su equipo de fútbol, el Beira Mar. Es la una y Francisco Soler Atienza (Palma, 1970) comparece en la sala de prensa ante un nutrido de periodistas. No hace más de media hora que la primera plantilla del Beira Mar ha finalizado su sesión de entrenamiento. Recien duchado, Soler bromea con los chicos de la prensa. «Esto parece un cabaret», asegura el antiguo capitán del Mallorca sorprendido por la cantidad de humo que desprenden los cigarrillos de los periodistas.

«El club es humilde, hay mucho trabajo por hacer, pero la verdad es que me han recibido con los brazos abiertos», explica Soler a este diario. Hace apenas un mes y medio que «Chichi» decidió hacer las maletas e iniciar su aventura lusa. De momento, los resultados le están dejando en buen lugar. «Poco a poco el equipo está sacando la cabeza y estoy convencido de que lograremos la permanencia. Aquí, hay cuatro equipos que están muy por encima del resto, pero después hay otro grupo donde todo está muy equilibrado», subraya Soler.

Santo y seña del mallorquinismo durante un buen puñado de temporadas (1988 a 2003), el eterno capitán balear se fragua ahora en Portugal como entrenador en una liga internacional. «No creo que me parezca a ningún entrenador, aunque es probable que haya recibido influencias de todos los que he tenido a lo largo de mi carrera como futbolista».