TW
0

C.R. / Efe
El Nàstic está contra las cuerdas. La escuadra catalana, que se reivindicó la temporada pasada como una de las grandes sensaciones de la categoría de plata del fútbol español, quiere seguir disfrutando de un premio que no saboreaba desde hace más de 56 años. Aunque hasta hace muy poco estaba casi descartado de la batalla por la supervivencia, se ha regenerado gracias a un par de triunfos balsámicos y conserva una pequeña porción de sus aspiraciones. Aún así, le quedan todavía aspectos que mejorar.

Uno de ellos es su respuesta como visitante. El conjunto rojillo es el más flojo de la Liga a domicilio y sólo ha recopilado dos triunfos -en Montjuïc, en la primera jornada (0-1) y en San Mamés, coincidiendo con el vigésimo quinto capítulo del torneo, 0-2- y dos empates -en el Calderón (0-0) y en Balaídos (1-1)- en sus actuaciones como foráneo. Fuera de su estadio sólo ha anotado nueve tantos y destaca en el global del torneo como el conjunto más goleado, con 52 dianas a cuestas.

Con esas advertencias sobre la mesa, el Nàstic afronta el partido de esta tarde ante el Mallorca con una sola idea en la cabeza, conseguir los tres puntos, ya que la permanencia pasa por ganar en seis de los ocho partidos que restan de aquí al final del campeonato. La quimera es prácticamente imposible, pero la convicción que hay dentro del vestuario de que el objetivo es alcanzable hace que los jugadores tengan un plus de motivación. Además, entienden que el rival no lo tendrá, por lo que nadie, ahora mismo, piensa que no se pueda ganar en Mallorca sobre el inaccesible césped de Son Moix.