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La Liga más loca y frenética de la última década vivó ayer un episodio imprescindible sobre el césped de Son Moix. En una noche de despedidas, calculadoras y transistores, el Mallorca colaboró activamente en prolongar el suspense del campeonato y dentro de siete días volverá a representar un papel protagonista. Desde una posición privilegiada, libre de toda carga, el equipo de Manzano se quedó con las ganas de brindarle una nueva victoria a su gente, pero nadie le podrá reprochar nada.

Mantuvo el tipo ante uno de los candidatos (el Sevilla ha sido incapaz de ganarle en los dos enfrentamientos del torneo) y le salvó el cuello a Madrid y Barcelona, algo impagable a estas alturas de la película (0-0). El partido nació condicionado por las dificultades que tuvo el Sevilla para conservar el esqueleto del once. Primero, Juande tuvo que improvisar un recambio de última hora para Jesús Navas, que se lesionó durante el tiempo de calentamiento.

Hinkel ocupó su lugar y desplazó a Alves unos metros por delante, aunque a los nueve minutos de juego se vio obligado a darle un nuevo repaso a sus apuntes para nivelar la salida de Adriano, aquejado también por las molestias física. Tanto cambio de planes dejó medio aturdido al conjunto hispalense, que no lo tuvo fácil para enchufarse al encuentro.