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Miquel Alzamora
Carlos Roa, Germán Burgos, Leo Franco y ahora Germán Lux. Esta última década Argentina ha suministrado porteros de gran nivel al Real Mallorca y la entidad siempre ha tenido una fijación especial en el mercado de porteros de Sudamérica. Porteros todos ellos internacionales y de una calidad contrastada que dejaron cada uno un recuerdo personal e intransferible. La llegada de Héctor Cúper al Mallorca la temporada 97/98 hizo que el club empezara a nutrirse de jugadores argentinos de primer nivel y el técnico solicitó el fichaje de Roa, guardameta de Lanús e internacional con Argentina. Se convirtió en el ídolo de la afición y de paso también en el mejor portero del mundo. Dejó el fútbol en su mejor momento para dedicarse a la religión. Ni Cúper le pudo convencer. Todavía hoy muchos recuerdan la frase acuñada por el preparador de Chabas. «Le he dicho que Dios puede esperar, pero el fútbol no». Ni por esas. Roa se marchó, aunque abrió una nueva etapa apenas dos años después, pero ahí Leo Franco fue capaz de desbancar a dos internacionales, tanto a Roa como al propio Germán Burgos. Éste último llegó procedente de River, también con el cuño de internacional y con una especial forma de ver y entender el fútbol. Su faceta musical estaba ligada de forma paralela a su vida, lo que levantó en exceso la atención mediática. Atrevido, Germán cometió un error al agredir a Serrano en un partido disputado ante el Espanyol. Fernando Vázquez era el entrenador y vio como su guardameta titular era castigado con once partidos. Casi media Liga. Ahí Leo Franco tomó la alternativa. Era la temporada 99/00 y ya nada se entremetió en el camino de la titularidad. Apodado el «Flaco» por su complexión alta y delgada, Franco tomó con extraordinaria madurez la portería del Mallorca llegando a alcanzar también el arco de la selección argentina absoluta. Dubitativo por alto, poco a poco fue corrigiendo este defecto hasta ser un futbolista clave hasta que en el verano de 2004 fichó por el Atlético de Madrid, su club en la actualidad.

A partir de ese momento Moyà se erigió en el gran protagonista. Westerveld fue el meta escogido para hacer la transición. Jugó seis partidos y Moyà tomó rápido el relevo. Fue la temporada en la que Benito Floro dio paso de nuevo a Héctor Cúper. Un año difícil donde se consiguió mantener la categoría, aunque sufriendo. Al año siguiente dos porteros mallorquines pujaron por el arco. A Moyà se le unió Toni Prats. De nuevo la juventud del guardameta de Binissalem se impuso a la experiencia y Miquel Àngel terminó en dos temporadas de desbancar al de Capdepera. Este año firmó un extraordinario final de Liga, llegando a despertar interés de muchos equipos. Sin embargo, todo indica que seguirá aquí, por lo que la meta estará bien cubierta.