TW
0

Por extraño que parezca, el nuevo Mallorca ya vuela. A diferencia de lo dicta su historia, el equipo de Manzano ha tardado sólo noventa minutos en coger altura y en apartarse de la penumbra. Los baleares siguen encima de la ola desde la que han cubierto toda la pretemporada y ayer, además, se toparon con un rival enfermo y anestesiado. La magia de Ibagaza y la pólvora que adquirió el club en el bazar veraniego fueron suficientes para abrir los ojos y alzar por fin la mirada. Fácil, cómodo y rápido. Mejor imposible (3-0).

La maldición de la primera jornada había ocupado una porción importante de la actualidad del equipo durante los días previos al estreno general. A falta de un invitado que intimidara, el entorno echaba mano de la estadística para amortiguar la euforia que envolvía al vestuario y aunque nadie se atrevía a reconocerlo, los motivos eran evidentes. Bastó con que el balón se pusiera en movimiento para comprender que lo único que podía privar al Mallorca del debut soñado era su propio estado de ánimo, que estaba un peldaño, o varios, por encima del Levante. Un minuto después de que se hubiera recogido el telón, Webó ya había puesto a prueba los guantes de Storari en una acción sin consecuencias que, sin embargo, sirvió para empujar a los valencianos al fondo de una cueva de la que no saldrían en toda la tarde. Ahí murió el partido.

El conjunto isleño no tuvo que despeinarse para invadir los puntos estratégicos del campo e iniciar la ofensiva. El cuadro entrenado por Abel Resino renunció a la lucha armada y se pegó al muro de contención a la espera de que su anfitrión flaqueara. Y no lo consiguió. El Mallorca aceptó la negativa y, sin perder en ningún momento la calma, empezó a cocinar la victoria a fuego lento. Tuni, la aparición más sorprendente del once, empezó a cavar un agujero por la izquierda y el Caño, sin duda alguna el mejor fichaje del proyecto, abanderó el proceso de descomposición de los levantinos. Hasta que el encuentro explotó, veintitrés minutos después de su nacimiento. El solleric, que había advertido de lo que planeaba, forzó un penalti ante la candidez de Cirillo e Ibagaza, con un lanzamiento ejemplar, prendió la mecha. Lo más complicado se había conseguido y mejor estaba todavía por llegar.

Al margen del tanto, la escuadra de Manzano siguió a lo suyo. El marcador estaba bajo su dominio y sabía que era el Levante el que tenía que maniobrar. No obstante, los valencianos seguían en coma. Ni alma, ni tensión, ni ganas de levantarse. Los azulgrana eran incapaces de presionar más allá de la frontera del medio campo y los rojillos no estaban dispuestos a malgastar un sólo gramo de energía. Y no era para menos. Con 34 grados de temperatura y la humedad del ambiente situada al 77 por ciento, bastaba con optimizar recursos y dejar que pasara el tiempo.

El descanso nubló un poco más la mente del técnico visitante, que no movió un solo dedo para evitar su caída. El Mallorca aprovechó la desidia levantinista para blindar su confianza y antes de que el partido entrara en terreno pantanoso le dio carpetazo. Lo hizo precisamente con una acción de salón, una de esas jugadas que sobresalen en los resúmenes de la jornada. Moyà saca en largo, Webó peina la bola en zona enemiga y Güiza, con el espacio justo para revolverse, la pica con su suavidad, lo justo para neutralizar la salida del meta granota. De lujo.

Con el segundo gol en la mochila, el Mallorca lo tenía todo hecho y se limitó a divertirse. El público de Son Moix se frotaba los ojos y se sumergía en la ola que recorría las gradas a la espera de un nuevo hachazo, el definitivo, que llegó sólo veinte minutos más tarde, de nuevo a través de un contragolpe. Esta vez, Jonás Gutiérrez se incorporó a la autopista por su carril, dirigió el cuero a la izquierda, Ballesteros la vio pasar e Ibagaza, otra vez Ibagaza, acabó de recrearse con el segundo tanto de su cuenta, el mismo que le convierte en el sorprendente pichichi de la Primera división española (minuto 71). Se acabó. En ese punto se cerró el tenderete, sobre todo, porque el Mallorca no necesitaba más y el Levante, simplemente, no podía. Primera jornada, primera alegría. Ver para creer.