TW
0

Jorge Muñoz|MADRID
España derrotó a Grecia hace un año y unos días en la final del Mundial y también pudo ayer con los hombres de Panagiotis Giannakis en el Telefónica Arena (76-58), sin medalla de por medio, pero con asuntos importantes en juego para ambos equipos, que empezaban la segunda fase continental con algunas dudas en mente.

El desliz ante Croacia ha reactivado al máximo los cinco sentidos de los campeones del mundo. La Grecia de este Europeo dista bastante de la que disputó la final mundialista. El equipo es idéntico salvo por la ausencia del alero del Dinamo de Moscú Antonis Fotsis, pero su estado de forma hace un año era mejor.

Sigue siendo un equipo temible y lleno de buen baloncesto, sólo que menos entonado. Si a eso se le añaden las ganas de revancha que guardaba desde la final de Tokio, toda precaución por parte de los anfitriones parecía poca para una velada de la que dependía el modo de encarar el camino pendiente hacia cuartos de final.

Y la mejor forma de tomar todos los cuidados posibles que conoce el equipo de José Vicente Hernández es ponerse a jugar como sabe, con mucha intensidad ante su aro y muy fresca y rápida sobre el contrario. La fórmula de su éxito. La llave para llegar donde quiere.

El hilo defensivo lo hilvanó de carrerilla y así bloqueó las incursiones helenas durante más de tres minutos. En ataque, sin embargo, tardó en arrancar. Lo hizo por medio de Carlos Jiménez, que anotó cinco de los seis primeros tantos españoles en la génesis de un parcial de 10-0 (10-2).

El cinco de 'Pepu' empezaba a sentirse cómodo consigo mismo. La vuelta de Juan Carlos Navarro, ausente por lesión toda la primera parte, y el ingresó en pista de Jorge Garbajosa, recibido con una cerrada ovación, terminaron de destapar la circulación de ataque.

Navarro anotó un triple nada más entrar, por si se le había olvidado. Si él lo pasa bien, España disfruta. Y España ha sabido sacar conclusiones de la derrota frente a Croacia. Le picaba el orgullo y nada mejor que sacarse la espina ante el rival que defiende título en el Europeo y que luce la plata mundial.

Logró lo que quería y, más aún, lo que necesitaba. Sentirse de nuevo un equipo dominador, un grupo que obliga a moverse al rival al ritmo que quiere, un bloque capaz de parar reducir la producción del excelente arsenal que capitanea Panagiotis Giannakis a dieciocho puntos después de diecisiete minutos de juego -veinticuatro al descanso y nueve en el segundo cuarto-.