Acostumbrado a desfilar por la pasarela de la Primera División, Miquel Buades Crespí (Sa Pobla, 1980) vive su momento más amargo como jugador. El central pobler se encuentra sin equipo después de no renovar el pasado verano con el Albacete Balompié y de frustrarse su fichaje por el Panionios griego. Mientras espera volver a calzarse de nuevo las botas, se ejercita con el Poblense para «no perder la forma» y maneja una oferta del Ashdod israelí, que tiene a Haim Revivo, ex jugador del Celta, como su director deportivo. «Me gustaría jugar hasta que el fútbol me retire. Yo no me quiero retirar», apunta con rotundidad el jugador en la terraza del restaurante E-Cosí de su localidad natal que regenta.
Compañero de vestuario de Iker Casillas, Gallardo o Lopo en las categorías inferiores de la selección -fue internacional desde la sub-17 hasta la sub-20- Buades está ansioso por sentirse de nuevo futbolista después de que la opción del Panionios «me saliera rana. Ha sido un verano difícil. Agoté al máximo la posibilidad de ir a Grecia, a un equipo que jugaba competición europea y con una oferta económica importante. Incluso pasé el reconocimiento médico en Atenas, pero a la hora de firmar el contrato, las cantidades no tenían nada que ver con lo que habíamos acordado, una circunstancia que según me he enterado después suele ser habitual por allí. Cuando regresé aquí, las opciones de jugar eran escasas y las ofertas que recibí no me motivaron, por lo que esperaré hasta diciembre si no sale nada antes».
'Hulk' Buades
Buades se granjeó una fama de central rocoso en la temporada 2003-04, en Primera División con el Albacete, formando pareja con el ahora internacional Pablo Ibáñez. Fue uno de los jugadores revelación del conjunto manchego, que de la mano de César Ferrando firmó una gran campaña. Su corpulencia le permitió el apodo de Hulk Buades, que se utilizó en término peyorativo cuando las cosas no le funcionaron porque «pasas de estar fuerte a ser gordo en un momento. Es como Ronaldo, que marca tres goles y es el número uno y si no convierte, no sirve para nada».
Buades se convirtió en uno de los ídolos de la grada e incluso fundaron una peña con su nombre. «Me trataron como en mi casa, se portaron muy bien conmigo, pero a veces el deporte es así».
Después de cinco años en las filas del Albacete, el pasado verano quedó libre: «Se había acabado un ciclo por ambas partes. Viví un ascenso a Primera, dos años en la máxima categoría, un descenso, otras dos campañas en Segunda y para todos era mejor no continuar».
Buades revive con nostalgia su desfile por la nobleza de la Liga: «Cualquier deportista quiere jugar en Primera. Tuve la suerte de coincidir con grandes profesionales en la defensa como Siviero o Pablo y se me reconoció mucho a nivel nacional».
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