Sergio Ballesteros atiende a los aficionados congregados en la ciudad deportiva después del entrenamiento. Fotos: MIQUEL BORRÀS

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Son Bibiloni es la nueva capital del mallorquinismo. La instalación de la carretera de Sóller cambió ayer su fisonomía habitual para abrazar a la masa social bermellona (más de 3500 personas circularon por allí a lo largo de todo el día) y abrirse al gran público en una jornada festiva y coloreada en rojo y negro. Durante casi siete horas, los aficionados disfrutaron de un intenso programa de actividades y de la complicidad de los futbolistas de la primera plantilla, que se sumaron a la fiesta después del entrenamiento. Los pupilos de Manzano intervinieron más que nunca en la agenda de la jornada y dedicaron una hora de su tiempo a estar junto la hinchada, agradenciéndole así el apoyo recibido en estos primeros capítulos del curso.

El despertador sonó muy pronto en los alrededores de la ciudad deportiva Antonio Asensio, que amaneció perfectamente engalanada para la ocasión. En torno a las diez de la mañana, los jugadores del plantel profesional irrumpieron sobre uno de los campos de entrenamiento para inaugurar el programa de actos y acaparar la atención de los seguidores que comenzaban a desfilar por allí. El cuadro rojillo se despedía del trabajo hasta el lunes y se ejercitó en medio de un ambiente excelente, ante más ojos que nunca.

Media hora después se redactó el momento más emotivo del día. El club, de la mano de su presidente Vicenç Grande y de todo su equipo, descubrió un monolito a la memoria de Tomeu Serra. Le acompañaron, entre otros, el delegado del gobierno, Ramón Socías, la presidenta del Consell de Mallorca, Francina Armengol, o el presidente de la Federació de Fútbol de les Illes Balears, Miquel Bestard. Su padre, Martí Serra, recibió además una réplica de la olivera que preside la ciudad deportiva y posteriormente el club le hizo también entrega de la insignia de oro y brillantes. Los socios y peñistas fallecidos durante el último año también tuvieron su espacio.

La temperatura subía poco a poco. Una vez finalizado el entrenamiento, los jugadores (a excepción de los internacionales Jonás, Basinas y Arango) se armaron de paciencia y alguno de ellos se pasó más de una hora firmando autógrafos o posando para los objetivos de los mallorquinistas. Al mismo tiempo, los más pequeños se divertían en el impresionante parque hinchable que se había instalado junto a uno de los terrenos de juego y el resto se entrenía con la música de las xeremies, el ball de bot, las bromas de Dimonió o las visitas guiadas por las entrañas del recinto. La oferta se completó a mediodía con un amistoso entre un combinado de Tercera división dirigido por Jaume Sastre y el filial rojillo, que se había reforzado con Iván Ramis, Tuni y Víctor Casadesús. Los tantos de éstos dos últimos, unidos a la diana inicial de Emilio Nsue, le dieron la victoria a los anfitriones (3-0).

Era el momento de reponer fuerzas. El porrerenc Biel Salleras cogió los mandos y cocinó tres fideuàs de la que dieron buena cuenta más de un millar de personas bajo la enorme carpa situada en los terrenos que ha alquilado recientemente la SAD para incrementar las prestaciones de la ciudad deportiva. A la reunión a manteles se unieron el conseller d'Esports i Joventut del Govern balear; el director d'Esports del Consell de Mallorca, Toni Seguí; el regidor d'Esports del Ajuntament de Palma, Antonio Moragues y el alcalde de Valldemossa, Jaume Vila, que cedió casi todas las mesas y sillas utilizadas durante la monumental comida.

Antes de echar el cierre y bajar el telón con la disputa del tradicional partido entre los veteranos del club y la selección de peñistas, se llevó cabo un acto institucional en el que la Federació de Penyes que preside Jaume Capllonch le impuso la insignia de oro y brillantes a su antecesor en el cargo y ahora director de relaciones externas de la sociedad, Matías Rebassa. Era la traca final a una jornada especial que poco a poco se va afianzando en el calendario mallorquinista. El año que viene, más.