Jorge Lorenzo, ayer, rodando sobre el trazado valenciano de Cheste a lomos de su nueva Yamaha.

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Pasaban once minutos de las dos de la tarde cuando Jorge Lorenzo daba gas por primera vez a una inmaculada Yamaha M1. Oficialmente pasaba a ser piloto de MotoGP. Se hacía grande en el escenario de su primera coronación. Difícilmente olvidará el 6 de noviembre de 2007. Otra fecha para la historia. Cheste fue testigo del bautismo (pese a rodar en privado en agosto en Almeria) de un piloto que va camino de reventar la cilindrada. Embutido en un mono blanco de Dainese a juego con el casco X-Lite, sólo el logo de «XFuera» le permitía distinguirle del resto. La Yamaha, también de carenado blanco, enfilaba la salida del Pit Lane rumbo a la pista, rumbo a la historia, a la leyenda. Por primera vez, un piloto balear hacía entrada en el selecto club de MotoGP en una jornada en la que Jorge fue capaz de copar la atención de todos los medios. No era para menos. Estamos hablando de un futuro campeón de 800, del hombre que quiere hacerle sombra al ausente (físicamente, no así en los corrillos) Valentino Rossi.

Valencia es una pista que conoce, pero que en carrera se le atraganta. Pese a ello, Lorenzo salió bien, sabiendo que lo importante no era hacer tiempos, sino cogerle la medida a la Yamaha y compartir sensaciones con su nuevo equipo. Apenas dio tres vueltas para empezar, de tanteo. Su mejor tiempo, 1:39. Era el momento de compartir sensaciones con Ramón Forcada, su jefe de mecánicos y empezar a tomárselo en serio. La segunda aparición en pista le permitió asentarse en 1:37, un buen crono para un rookie, aunque lejano de los peores de clasificación del pasado sábado. Alternar celerones y frenadas, controlar la moto a la salida de las curvas, con algún caballito de regalo en la entrada a meta y algún que otro adelantamiento (a Dovizioso, por ejemplo), le hicieron sentirse cómodo. Sin Rossi, era el niño mimado de Yamaha y empezaba a gustarse. Ya desde su llegada al circuito no podía esconder la sonrisa que generan los nervios ante un gran día. Y lo fue. Por conocer a su nuevo equipo y por evolucionar vuelta a vuelta. Tenía cerca de tres horas para disfrutar y lo hizo, pero además fue a más. Antes de parar por tercera vez, ya rodaba a 1:35.5, superando a veteranos como Melandri (estrenaba la Desmosedici) o Jacque, y marcando distancias sobre el resto de debutantes: Dovizioso y De Angelis, bastante más discretos al ecuador.