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Cinco de cinco. Ese es el desalentador registro que firma el ViveMenorca, desde que se instaló en la ACB, en sus enfrentamientos con el Gran Canaria. El conjunto de Salva Maldonado, junto al Real Madrid, es el único al que jamás ha logrado hincarle el diente el grupo menorquín. Ayer tampoco varió el guión, y los de Ricard Casas apenas pudieron mantener ciertas opciones durante quince minutos. Superado el ecuador del segundo cuarto, abrió brecha el grupo canario, amparado sobre todo en la inspiración de Marcus Norris y Roberto Guerra (con quién el técnico parece haber limado asperezas), sentenció con premura la suerte del partido y por extensión, dilapidó las exiguas opciones de acceder a la Copa del Rey que todavía pretendía apurar el Menorca.

Realidad
Vuelta a la realidad para un equipo, el mahonés, que aún habita con un apreciable colchón sobre el corte del descenso "dos triunfos-, pero que en Las Palmas evidenció algunas lagunas, de concentración especialmente, que deberá de corregir de inmediato si pretende eludir males mayores. Con todo, el Gran Canaria firma una hoja de servicios casi impoluta en su pista (siete triunfos sobre ocho posibles), por lo que la derrota cosechada no debe de catalogarse de alarmante, al menos en el fondo. Otra cuestión es la forma. Sin apenas capacidad por competir, pese a buscar la reacción tras el descanso, los guarismos que marcaron el desarrollo del tercer cuarto llegaron a ser sonrojantes por momentos, situación difícil de imaginar en un equipo que hace escasos días ajustició con suficiencia a todo un grande como el Barcelona.

Y por momentos pareció el Menorca ser aquel conjunto que aplastó a los blaugrana. O eso invitaba a pensar el partido en sus albores. Un efectivo dominio del juego interior permitió a los de Casas gozar de las primeras ventajas que registró el choque (8-10, 10-14, 14-20, final del primer cuarto). El dominio reboteador y la facilidad para encestar en las cercanías del aro rival posibilitaron la renta de seis puntos con la que se cerró el primer parcial, dilapidada apenas inaugurado el segundo periodo. Un 7-0 de salida permitió al Gran Canaria adquirir la iniciativa en el luminoso (21-20). Un intercambio de canastas precedió el primer zarpazo que le dieron los de Maldonado al choque (del 30-27 al 49-36 con el que se alcanzó el descanso). Marcus Norris empezó a entrar en juego, algo que agradeció sobremanera su equipo. Al tiempo, Savane empezaba a jerarquizar sus movimientos interiores, y la reanudación no pudo ser peor para los intereses menorquines.

El Granca puso tierra de por medio, y en un abrir y cerrar de ojos colocó la distancia entre ambos rozando los veinte (61-42). Al acierto de Norris se le unían los puntos de Roberto Guerra.

Casas movió el banquillo, activó una zona, y la momentánea inspiración de Bazdaric y Stojic permitía arreglar algo el desaguisado (67-58, parcial de 3-12). Sin embargo fue un espejismo. El último cuarto lo abrió el Menorca doce abajo (70-58), pero su pésima salida resultó un lastre excesivo como para aspirar al triunfo (76-58 en apenas dos minutos).

Instantes después, los locales obtuvieron su máxima renta del partido (81-61), dedicándose a partir de ahí a desgranar los escasos minutos que restaban para le final, confirmando así la décima derrota menorquina.