Fernando Varela se duele de la entrada de un rival durante el partido de ayer. Foto: FÉLIX ORDOÑEZ

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El rey del empate sigue en el mismo sitio. El Mallorca bipolar se concentró esta vez en un solo partido y cerró su desfile por Zorrilla con otra actuación neutra, fraguada entre momentos horribles y otros más agradables. Se pudo ganar, pero al menos no se perdió y las perspectivas siguen siendo idénticas a las de hace una semana. Habrá que seguir esperando (1-1).

El Mallorca salió al campo anestesiado y el Valladolid impuso su gobierno gracias a la intensidad que aplicó en el juego. El conjunto de José Luis Mendilibar, con el orgullo dañado tras su desastrosa actuación del Santiago Bernabéu, destapó el partido con los ojos ensangrentados y la única intención de asear su imagen para cogerle unos metros de ventaja a un rival de su talla. Y no le fue mal. Marcos abrió el carrusel de ocasiones a los seis minutos y a partir de ahí, daba la sensación de que el campo estaba inclinado hacia la portería de Moyà.

Sisi, muy incisivo por el flanco por el derecho, y Llorente, especialmente motivado por el pique que mantiene con Dani Güiza, le cogieron rápidamente el relevo y pusieron a prueba la solvencia del meta de Binissalem, que taponaba como podía las heridas que se iban abriendo ante sus ojos. Mientras tanto, el Mallorca seguía sin emitir señales de vida. Curiosamente, su única llegada con cierto peligro en el primer tercio del combate la firmó un defensa, Scaloni, que se trasladó de costa a costa para ejecutar un lanzamiento mordido que llegó a lamer el palo derecho de Asenjo. Nada más.

El Valladolid vio a su invitado muy tocado y metió una marcha más en busca de unos dividendos que no tardaría mucho en conseguir. Curiosamente, lo hizo cuando parecía que su juego empezaba a desplomarse. El cuadro pucelano amontonó varios efectivos en el área de Moyà y tras una serie de rebotes y rechaces emergió la figura de Llorente para cabecear la bola a puerta vacía y alojarla en el fondo de la red. Eso sí, su remate llegó en una posición tan confusa que generó un torrente de protestas entre los jugadores rojillos.

En cualquier caso, no sirvieron de nada y el tanto del guipuzcoano se clavó en el marcador y rajó la moral de los baleares (minuto 37). Antes de que se corriera la cortina del primer tiempo, los de Manzano respondieron con un tirito de Güiza y con un testarazo de Nunes que no cristalizaron.

Manzano se arremango en el descanso y sacó el bisturí. Quitó a Jonás, que pasó desapercibido por el primer acto, y buscó soluciones en el hambre de Borja Valero. Desde ese momento el equipo expuso otra actitud. Pereyra silenció las gradas del estadio con un cabezazo y poco después Asenjo tuvo que intervenir para frenar un disparo a quemarropa de Varela. El cuero circulaba de un lado a otro.

En esas estaba el pulso cuando Manzano decidió seguir operando. Volvió a incidir en las bandas y retiró del tapete a Varela para meter arriba a Óscar Trejo, mientras que dos minutos después el damnificado fue Pereyra, que le cedió su sitio a Basinas. El equipo todavía no se había reordenado y fabricó una ocasión gigantesca que Güiza malgastó de forma incomprensible (minuto 69). El jerezano atraviesa por un momeno dífícil y su falta de puntería está erosionando al grupo. Sólo así se comprende el error del killer andaluz, más propio del patio de un colegio que de un partido entre profesionales.

Pese a todo, el Valladolid acusó el susto y se encogió un poco. El cuadro bermellón lo vio enseguida y pisó el acelerados. Era el momento de despegar y Trejo asumió los mandos. Avanzó a trompicones entre varios defensas y en su aproximación al arco recibió una falta que Paradas Romero señaló como penalti. Ibagaza, infalible en este tipo de situaciones, igualó el encuentro (minuto 78).

El empate durmió por completo al Valladolid, que sólo despertó tras la expulsión de Nunes a cuatro minutos del final. Los pucelanos estuvieron a punto de marcar, pero también podían haberse quedado sin nada si Güiza no hubiera desperdiciado un envío espectacular de Arango. Otro empate y otro punto. La vida sigue igual.