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Efe|MADRID
Alfredo di Stefano vivió su gran día. El mejor jugador de la historia del Real Madrid, el inventor del fútbol moderno recibió el agasajo de todo el mundo del fútbol, en un homenaje al que se sumaron representantes del mundo de la política, del deporte y del espectáculo.

Abrumado por tantas muestras de afecto y, sobre todo, por la presencia de compañeros y amigos que llegaron de todas las partes del mundo, Di Stefano fue genio y figura en ese «partido», con dos tiempos (Premio UEFA y el descubrimiento de una estatua en el estadio de Valdebebas), como él definió.

«La saeta rubia» bromeó con el castellano de Michel Platini, el presidente de la UEFA, que se esforzó por leer en español el discurso en honor a un futbolista al que admiró y que, como entrenador, fue el primero que quiso sacarlo de Francia, cuando era técnico del Valencia.

Di Stefano agradeció todos los agasajos y habló con el corazón, saltándose a menudo el discurso escrito y arrancando los aplausos y la sonrisa al auditorio: «Me parece que se han pasado. Siempre se dice lo mismo; no me lo merezco, pero lo trinco».

A Platini le agradeció que se desplazase a Madrid para entregarle un premio que sólo tienen Jacques Delors, artífice de la Unión Europea, el italiano Paolo Maldini y el británico Bobby Robson. «Es muy importante para mí, porque me ha evitado el viaje en avión. Gracias por dejarme jugar el partido en casa», afirmó.

No faltó casi nadie. Estuvieron el tenor español Plácido Domingo y el cantante argentino Alberto Cortez, dos invitados que le hicieron especial ilusión, compañeros de todas las épocas (Raymond Kopa), históricos y rivales con los que protagonizó partidos memorables (el portugués Eusebio).

También estuvo Zinedine Zidane, un «grande» por el que Di Stefano siente especial predilección, que prefirió alejarse de los focos. Ambos tuvieron un encuentro privado, antes del homenaje y «Zizou» ocupó un segundo plano en Valdebebas, en un lateral, junto a sus ex compañeros, charló animadamente con Robinho, como si no hubiese pasado el tiempo.

La plantilla del Real Madrid, que tenía previsto entrenarse a la 13.00 horas, con Schuster a la cabeza, tampoco faltó cuando se descubrió la estatua del más grande de la historia del club.