TW
0

La ambición de Rudy Fernández fue el estímulo que necesitó España para recuperar su identidad y abrir con victoria el torneo olímpico y el mandato de Aíto (81-66) ante una Grecia que fue menos temible de lo esperado, y que acabó sucumbiendo ante la asfixiante defensa esgrimida por los campeones del mundo y su potente rotación. Tantos argumentos pone sobre la mesa España, que ayer todos dispusieron de su cuota de protagonismo y, a excepción de Raúl López, la totalidad de los integrantes del equipo nacional anotaron. Tal fue el derroche, que Pau Gasol puso fin a una sana costumbre y de inicio se quedó en el banquillo. Una directa declaración de intenciones de un grupo que cuando pisó el acelerador y corrió, desarboló a los helenos, aferrados a su extrema presión y huérfanos de un irreconocible Palaloukas y del criterio suficiente como para aprovechar el bache de los españoles en los dos primeros capítulos de un partido con final feliz.

Nate McMillan debió tomar buena nota desde la grada de su futuro pupilo en los Blazers. Rudy anotaba la primera canasta del choque y avisaba de sus intenciones. Quiere ejercer idéntico papel que en la Penya, y ayer aprovechó la ocasión que su gran valedor le ofreció. Los primeros compases se convirtieron en un intercambio de triples en plena batalla en la pintura. Calderón, Diamantidis y Spanoulis estaban enrachados y la cita adquirió un ritmo frenético. Aíto empezaba el carrusel de cambios, pero no encontraba la solución al colapso provocado por el trabajo defensivo llevado al límite por los de Giannakis, que apostaban por una zona que sacaba constantemente a unos interiores sin ocasión para el lucimiento.

Necesitó cinco minutos Aíto para reclamar la presencia de Pau Gasol. España necesitaba centímetros e imaginación bajo los tableros y el Laker va sobrado. Schortsanitis aguantó hasta que su frescura se derritió sobre el parqué y Berni Rodríguez daba aire sobre la bocina con un palmeo alocado (20-16) que permitía abrir el segundo parcial con un ligero margen de maniobra.