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Este Mallorca necesita tiempo. Y, por lo visto ayer, bastante. El nuevo proyecto sigue sin arrancar, cruza la tercera puerta del campeonato con el sobre de las victorias todavía sin abrir y con la carpeta de Gregorio Manzano cargada de trabajo. Tiene faena el técnico de Bailén para dar con la tecla. Ayer se agarró a la actuación de Moyà para regresar de Coruña con un punto, que multiplicará su valor si el jueves es capaz de tumbar al Numancia, una empresa más difícil de lo que parece. El portero evitó una derrota que el grupo balear se había ganado a pulso. Sobre todo en el primer acto, cuando el Deportivo destapó todas las carencias de la banda derecha. Ni siquiera sacó provecho de los veinte minutos que jugó con uno más por la rigurosa expulsión de Omar Bravo. Después, la torpeza de Navarro equilibró la balanza. El Mallorca vivió a merced de su rival y a la magia de su arquero. No es el mejor comienzo (0-0).

El Mallorca salió dormido. El revolucionario once que dibujó Manzano, con cinco piezas nuevas en relación al equipo que empató ante Osasuna, provocó un amanecer de partido que no figuraba en el guión previsto por el técnico. El Deportivo se dio cuenta de la torrija de su rival y abrió la cita con el acelerador pisado. Un ritmo brutal que pareció sorprender a los isleños, totalmente desbordados. Apenas necesitó un minuto el grupo de Lotina para encontrar petróleo en su carril izquierdo. Filipe y Guardado montaron por allí su tienda de campaña para amargarle la jornada a Varela, que fue un coladero todo el partido, y desquiciar al improvisado lateral derecho. Martí sufrió para sujetar el torrente de fútbol que se le vino encima. Para no perder la costumbre, Varela se despistó en un balón dividido. El cuero le llegó a Bravo, que metió una rosca perfecta para que Verdú rematara a bocajarro. Moyà metió una buena mano para evitar el primer gol. El de Binissalem comenzaba a probar en sus guantes la dureza de la tarde. Que se presumía larga.

Manzano salió de su guarida para espabilar a los suyos y recordarle que no estaban en el calentamiento. El pressing del Deportivo sacó a relucir los problemas del Mallorca en la elaboración. Con Mario Suárez muy tímido, como encogido a la hora de asumir el mando, todo se cocinaba en las botas de Cléber. El brasileño se cansó de repartir las cartas con criterio, aunque sin profundidad. Los patadones de Navarro a Aduriz fue el mejor recurso. El vasco domina el juego de espaldas, aunque precisa más acompañamiento y, sobre todo, la ayuda de Trejo, que ayer volvió a pasar desapercibido. Era Aduriz contra todos.