Nadal es manteado por sus compañeros tras dar el pase a España a la final de la Copa Davis.

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Roland Garros, Wimbledon, el oro olímpico y otros cinco trofeos aguardan la Copa Davis 2008 en las vitrinas de Rafael Nadal después de que el número uno del mundo clasificara ayer a España para su sexta final por la Ensaladera. El mallorquín obligó a Andy Roddick a hincar la rodilla y abrió la puerta grande de una Plaza de Toros de Las Ventas que se rindió a una exhibición del manacorí que se tradujo en el contundente 6-4, 6-0 y 6-4 en dos horas y 12 minutos que suponía el 3-1 en las semifinales y la victoria sobre Estados Unidos. Argentina, que superó a Rusia tras una semifinal preñada de equilibrio (3-2) es el último obstáculo que separa al zurdo de Manacor y cía de un nuevo título.

La lluvia, que incluso amenazaba con la suspensión, retrasó el duelo de números uno hasta las 13:45, pero cuando el cielo se abrió empezó un día tormentoso para Andy Roddick, porque Rafael Nadal volvió a ser un ciclón. El rey de la tierra pasó por encima del cañonero de Nebraska y puso a toda la afición a sus pies. Sobre arcilla y con el público entregado la única incógnita residía en el estado de forma del mallorquín, pero las dudas se despejaron de inmediato. El número uno del mundo, consciente de que era su último gran esfuerzo antes de descansar hasta el Masters Series de Madrid el próximo 12 de octubre, exhibió todas sus virtudes para sentenciar la eliminatoria con sus galones de número uno y de gran dominador de la arcilla.

Los misiles a 230 kilómetros por hora de Roddick se estrellaron contra un muro desde los primeros compases y su descaro a la hora de buscar la red como si de un partido de hierba se tratase quedó en evidencia con los passings marca de la casa de Nadal, que desde el principio se sintió muy cómodo. Justo lo que no quería el estadounidense con su estrategia de constantes subidas. En el quinto juego el mallorquín ya dispuso de tres ocasiones para lograr un break, pero no fue hasta el séptimo cuando hizo lo más difícil: romper el saque de Roddick (4-3).