El Mallorca ya ha llenado el depósito. El conjunto isleño aprovechó su desplazamiento a Santander para inyectarse una dosis de autoestima y coger altura en la clasificación. Y lo hizo con una actuación milagrosa, dividida en dos partes diametralmente opuestas. El Racing le zarandeó con ira durante un primer tiempo infame y aireó con crueldad todas sus carencias. Sin embargo, la formación rojilla se levantó al borde del descanso y agradeció el indulto atrapando una victoria enorme, de las que dejan huella (1-2).
Manzano aparcó su dibujo habitual con la idea de asfixiar al centro del campo cántabro y reforzar los cimientos del grupo. Sin embargo, el guión del encuentro desnudó al instante su tratado de intenciones. Principalmente, porque tras los minutos de tanteo el Racing de Santander provocó un alud sobre la portería de Moyà del que el Mallorca escapó por sorpresa.
Y al equipo de Juan Ramón López Muñiz le bastó con muy poco para coger la vara de mando y dejarle claro a su invitado quien iba a gobernar el partido. Serrano abrió una autopista por la banda de Josemi y la rapidez en los movimientos de Tchité y Jonathan Pereira desquiciaron al resto de la defensa, que pasó todo el primer tiempo desconcertada, perdida, sin rumbo.
El propio Serrano fue el encargado de arrojar el primer cubo de basura sobre el área balear. Primero con una buena jugada que dejaba entrever lo que vendría poco después y a continuación, con un disparo raso que obligaba a Moyà a desperezarse.
En este caso, el ideólogo era Tchité. Sensacional jugador el congoleño, que disparó sus niveles de confianza en cuanto comprobó que en sus marcadores había encontrado un chollo. Sólo le faltó algo más de puntería. De haberla tenido, el encuentro se habría acabado en el primer acto.
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