Pierre Webó se duele tras sufrir un golpe durante el partido de ayer. Foto: MONSERRAT
Los aficionados del Mallorca más agoreros lo intuían. Sabía que había muy pocas opciones de que hubiera un duelo plácido, algo tranquilito con lo que disfrutar el domingo. Dos partidos seguidos ganando, la mejor racha de Manzano en el horizonte y un rival, el Sporting de Gijón, que no había sumado un solo punto. Definitivamente, unos condicionantes en los que el Mallorca demostró encontrarse incómodo. No había lugar para la gresca, para el ruido, para levantarse con las últimas gotas de sangre en busca de un enemigo superior. Era simplemente ganar al colista en casa. Y en esas situaciones tan propicias este equipo no supo jugar. Fue una sorpresa, y también una lección, para el Mallorca, que en apenas noventa minutos ha pasado del éxtasis al drama. El equipo de Manzano, desdibujado e impreciso, paseó ayer su alarmante falta de actitud por el ONO Estadi, desde donde se han escapado ya cinco puntos en tres partidos (0-2).
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