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Carlos Montes de Oca / Carlos Román

Representan una porción notable de la historia del Real Mallorca. Son voces autorizadas para analizar la delicada situación deportiva e institucional que atraviesa el club. Ocuparon la presidencia de la SAD balear y opinan con conocimiento de causa. Ultima Hora consultó a los últimos mandatarios del club bermellón para conocer su dictamen acerca de la crisis que azota a la entidad -el equipo mira al descenso, el club está en venta y el propietario inmerso en un concurso de acreedores- en una de las temporadas más convulsas de su historia.

Miquel Contestí (presidente desde 1978 hasta 1992); Miquel Dalmau (1992-95); Bartolomé Beltrán (1995-98) y Guillem Reynés (1998-2000) emitieron su veredicto, con más o menos dosis de crítica, mientras que Mateu Alemany (2000-05) optó por un «sin comentarios» al ser preguntado por este periódico.

El presidente que se mostró más crítico con la actual situación fue Guillem Reynés. El mandatario rojillo, durante los años comprendidos entre 1998 y 2000, cargó duramente contra la gestión de Vicenç Grande, al que acusó de «tirar a la basura» todo el prestigio y el respeto que el Mallorca había conseguido «gracias al esfuerzo de muchas personas durante 15 años». El arquitecto no se mordió la lengua: «Es una pena y una vergüenza, además de esperpéntico e indignante», apuntó en un tono que reflejaba su malestar.

El jurado de ex presidentes reunido por esta redacción coincide en establecer una relación causa-efecto entre la incertidumbre institucional y el rendimiento del equipo. Aunque algunos de ellos, como Miquel Dalmau, con matices: «Es cierto que no beneficia, pero no creo que la situación del presidente esté afectando al rendimiento del equipo. Al menos, no debería de ser así». Beltrán, en cambio, apreció indicios de que la contaminación de la sociedad se ha incrustado ya en el vestuario: «Por primera vez notó una alarma y creo que la situación extradeportiva ha invadido ya la psicología de la caseta». Miquel Contestí también comparte la opinión del doctor Beltrán: «La situación personal del propietario debe afectar. Sin duda que es necesario poner orden».

No obstante, el que fuera presidente del Real Mallorca desde 1978 hasta 1992, opta por profundizar más en el aspecto deportivo: «Sinceramente, creo que el equipo tampoco tiene una plantilla como para tirar cohetes. Entre otras cosas porque ha perdido a un futbolista que marcó 27 goles (Güiza) y lo ha sustituido por otro que promedia 6 o 7. ¿Quién va a marcar esos 20 goles que sí se anotaron el año pasado...? Por matemática pura, si arrancas una temporada con 15 o 20 goles menos, eso puede representar a la larga 7 u 8 puntos menos».

Dalmau y Contestí discrepan a la hora de analizar el objetivo primordial del Mallorca. Mientras que el primero se conforma con la permanencia, el segundo quiere algo más: «Firmaría ahora mismo mantener la categoría porque es el principal patrimonio de la entidad. La ilusión de seguir en Primera debe ser un estímulo suficiente. Entiendo que haya aficionados que quieran algo más, pero los que opinan así, quizás se olvidan de los años que estuvimos en Segunda o más abajo. Con la salvación, me conformo» (Dalmau).

«Los seguidores se conforman con no bajar, pero yo no. Hay que dar algo más. Debemos, o deben, analizar qué equipo quieren: ganar el domingo y ya está o, por el contrario, construir un proyecto serio. A veces es más grave tener un club que no sabe dónde va que un descenso de categoría. Por ejemplo, en aquella temporada que el Levante se autoinmoló, todos celebraron la permanencia milagrosa. Pero a mi no me pareció positivo. A veces es mejor dar un paso atrás para después dar dos hacia adelante» (Contestí).

Reynés, por su parte, centralizó toda su opinión en la vertiente institucional y criticó a la actual propiedad por «querer obtener una plusvalía» por la venta del club: «Los anteriores dirigentes no obtuvieron nada a cambio. Ni Dalmau, ni Asensio, ni Cursach. Ninguno obtuvo un solo euro a través de la venta de sus acciones». Y Grande «será el primero que rompa esa línea».

Beltrán, en cambio, apostó por el reconocimiento al entrenador: «Manzano se merece un monumento. Es el centro de gravedad de todas las maldades ocurridas: el engaño, la adversidad y no tiene dónde acudir para pedir ayuda. Hay que apoyarle».