El presidente Vicenç Grande abandona la tribuna en medio de la pañolada que le dedicó la afición al término del partido de ayer. Foto: MONTSERRAT DÍEZ/EFE

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La imagen de Vicenç Grande abandonando el palco, con la grada exteriorizando toda su ira porque el virus institucional ya ha infectado de lleno al vestuario del Mallorca, es la estampa de una crisis total. El Recreativo, directamente asociado a la página más brillante de la historia del club, redactó ayer una de las crónicas más negras desde 1916. El triunfo del conjunto onubense, además de provocar una pañolada extraordinaria con el presidente como centro de todas las críticas, agranda una brecha enorme en un grupo que suma seis jornadas sin ganar y que camina sin remisión rumbo al pozo de Segunda (2-3).

En medio del agujero negro en el que se encuentra el club, viajando rumbo a una dimensión desconocido, el partido de fútbol queda reducido a migajas. Fue un encuentro cargado de miedo y de tensión, dos compañeros de viaje que manejó mejor el Recreativo.

Acostumbrado a jugar con el fuego bajo sus pies, el conjunto de Alcaraz supo sacar provecho de la fragilidad defensiva del Mallorca, se rehizo a los dos goles que encajó durante el primer acto y firmó el 2-3 al inicio del segundo tiempo por mediación de Javi Fuego... un gol que calentó a la hinchada. El grupo bermellón no tuvo respuesta a ese tanto y cerró la tarde sin saber qué hacer, mientras los aficionados agitaban al vuelo sus pañuelos.

Todo el encuentro fue un carrusel de despropósitos. Ambas escuadras evidenciaron sus miserias. Sobre todo el Mallorca. Manzano situó en las bandas a Arango en la derecha y a Jurado en la izquierda. Ambos a pierna cambiada. Con los jugadores de más talento encorsetados en un rincón y Webó y Keita arriba, el juego se limitó a enviar balones arriba. Al fútbol directo y físico. Un error cuando no hay jugadores para ello.