Los partidos contra el Real Madrid siguen siendo especiales. Ayer Son Moix registró la mejor entrada de la temporada con la presencia en la grada de 17.344 espectadores. No es comparable el ambiente pre-partido en el ONO Estadi en relación al que se vivía en el Lluís Sitjar, pero en partidos como el de ayer, los que han vivido uno y otro de forma inconsciente lo recuerdan. El fútbol en 'la pequeña bombonera' en tardes como la de ayer no se olvida y es que las sensaciones que uno experimentaba por las inmediaciones de 'Es Fortí' cuando un grande jugaba en Palma son inolvidables.
Sin embargo, el Madrid siempre es el Madrid y su presencia invita a la llamada de muchos seguidores del equipo blanco o que habitualmente no vienen a los partidos a rascarse el bolsillo y asistir en directo al estadio. Suelen tener un DNI muy clarificador. Andan con la entrada en la mano, mirando arriba y abajo ansiando un GPS que les sitúe en su lugar. Hasta bien entrado el partido todavía había aficionados más preocupados por ubicarse, que por si Raúl marca o no. Ayer muchos oyeron el canto del primer gol, pero no lo vieron porque estaban en plena búsqueda su asiento.
Los tiempos cambian y el rojo predomina sobre el blanco, pero sólo estéticamente porque cuando el gol cae del equipo visitante, son muchos en la grada los que, de forma inconsciente o no, celebran el tanto como si de Santiago Bernabéu se tratara. «Hay mucho infiltrado», dijo un socio mallorquinista cuando Robben anotó el primer tanto. Y es que el Madrid tiene tirón, mucho tirón, pero no hay que engañarse, la situación deportiva e institucional, así como la crisis económica, ha pasado factura y no se ha llegado a cifras como las 19.000 o 20.000 de años anteriores. Sin embargo, se mantiene el tirón. A las cuatro de la tarde había mucho tráfico en las inmediaciones del ONO Estadi, más que en otros partidos. Se entremezclaba la llegada de los autobuses con los aficionados de las peñas de la part forana junto a los utilitarios que llegaban al párking como abejas al panal. El Mallorcafé presentaba sus mejores galas y había un ambiente de fútbol, de fiesta. En el palco apuró su llegada el presidente provisional del Mallorca Joaquín García que llegó a falta de veinte minutos, poco antes de un pequeño autobús con una docena larga de directivos del Real Madrid encabezados por Ramón Calderón, uno de los presidentes más discutidos del equipo blanco de un tiempo a esta parte. Más gente de lo habitual en la zona noble y más gente de lo habitual también en los palcos privados. Gente y gente para ver a un Mallorca triste, ramplón y conservador. Para ver a un Madrid venido a menos y que a medio gas enfrió Son Moix a los dos minutos. Se esperaba más del Mallorca, al menos se esperaba que al Madrid no le resultase tan fácil ganar.
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