Jugadores del Mallorca durante un entrenamiento esta semana.

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Miquel Alzamora

El Mallorca pone hoy el cierre a la primera vuelta en el Madrigal enfrentándose a un Villarreal estancado en su casa y que pretende variar el rumbo de su situación a costa del once de Manzano. Sin embargo, el equipo balear entra en una nueva etapa institucional. La llegada de Mateu Alemany ha sido un bálsamo en el entorno del club. También en el vestuario. Es cierto que el nuevo presidente no marca goles, pero su presencia es señal de cambio, de ilusión, de esperanza. Hoy empieza una nueva era, pero es el equipo quien tiene que certificar realmente que en el club hay vientos de cambio. El Mallorca está en situación límite. Lleva diez partidos sin ganar, es penúltimo y tiene sólo catorce puntos. No se puede negar que las situación es crítica, pero también es cierto que el grupo ofrece sensaciones positivas. Ante Sevilla y Barcelona, también en la Copa frente al Almería, el Mallorca ha dejado destellos de que quiere dar un salto de calidad, pero los resultados no acompañan y ante esta situación es difícil que argumentos que van más allá del marcador final puedan prevalecer.

Pero Manzano y su equipo tienen marcado en rojo el choque de hoy, aunque para ello deberán superar la presión que ejerce la clasificación y la obligación de salir ya victoriosos de la primera de las últimas veinte finales que le restan a este equipo.

Sin Cléber Santana y sin Juan Arango, Manzano debe administrar lo más acertadamente posible los recursos de los que dispone para hacer frente a un equipo de calidad contrastada, pero que no gana en su casa desde el pasado 22 de noviembre cuando se impuso al Almería (2-1). Las estadísticas del Mallorca no son mucho mejores. El equipo isleño ganó su último partido lejos de Palma en la jornada quinta (1-2) frente al Racing. La última victoria genérica está localizada en la octava jornada cuando se impuso por tres goles a cero al Espanyol. Desde ese momento el Mallorca ha sido protagonista de buenas noticias sólo en cuentagotas y de forma muy esporádica. Al margen de seguir adelante en la Copa del Rey, en la Liga sigue fallando en exceso, hasta el punto de ocupar puesto de descenso. Ni una sóla victoria más y tres empates son el bagaje de los baleares desde que el pasado 26 de octubre superara al equipo españolista. En plena subida a los 'Alpes' el grupo balear salvó un punto frente al Sevilla y cayó contra Barça y Real Madrid. Ahora toca el Villarreal y la semana próxima el Valencia. La cuestión que se hace ahora el mallorquinismo es saber si el 'efecto Alemany' puede esparcir su tentáculos sobre el césped y si el equipo arranca con nuevas expectativas el partido de esta tarde.

La semana ha sido intensa en el frente institucional y deportivo. La llegada del nuevo presidente, el fin definitivo de Grande, el pase a cuartos de final de la Copa y la sensación de que a partir de ahora se hablará más de fútbol que durante todos estos meses, hace que algo esté cambiando en el Mallorca. Prácticamente todo han sido buenas noticias esta semana, circunstancia que no ha sido muy habitual en esta primera mitad de la competición.

Lo peor, más allá del Villarreal, es la capacidad que tenga el equipo de Manzano de manejar la ansiedad, de convivir con la presión, de querer hacer las cosas sin prisa, pero sin pausa. Más que nunca el Mallorca tiene que comportarse en el campo como suele hacerlo Alemany en los despachos. Tiene que mostrarse frío, calculador y sereno y al final llevarse el premio del triunfo. La victoria hoy pondría la guinda a una semana histórica.