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Jenaro Llorente|MADRID
Atlético y Barcelona reeditaron versiones de años pasados y ofrecieron un espectacular partido en el Vicente Calderón, que concluyó con victoria local 4-3, después de 90 minutos sensacionales. Supo el Atlético rehacerse y volver a un duelo que el Barcelona parecía haber sentenciado con dos goles en la primera media hora de juego. Lograron los rojiblancos igualar a dos y desataron un combate sobresaliente que se saldó con victoria heroica de los rojiblancos. Una victoria justa y trabajada y celebrada por todo lo alto por una afición muy necesitada de alegrías.

Llegó el Barcelona al Vicente Calderón apremiado por la racha del Real Madrid, que con la victoria ante el Espanyol ha sumado diez consecutivas. Los azulgrana se presentaron en Madrid en el peor momento de la temporada. Ocho de los doce puntos de renta al segundo se habían esfumado antes de afrontar el duelo ante el Atlético, ante el que el Barça debía demostrar que no le temblaba el pulso por la coyuntura. Pero no lo hizo.

Para el Atlético, también el envite tenía tintes dramáticos. La llegada de Abel Resino al banquillo, lejos, hasta el momento, de haber significado un punto de inflexión para el grupo, había acentuado las graves carencias de la etapa de Javier Aguirre.

Todo ello llevó a un combate sin cuartel y todavía, para los locales, con el sonrojante recuerdo del 6-1 encajado en la primera vuelta en el Camp Nou. La emoción y la necesidad de ganar de los dos contendientes estaba asegurada. Por eso, el encuentro comenzó loco, sobrado de ganas y de revoluciones. Al poco del pitido inicial, pudo Agüero inaugurar el marcador, pero su disparo besó la red de Valdés por fuera.

Respondió el equpo azulgrana con otra ocasión en la que el holandés Heitinga casi marca en propia meta y poco después al defensa atlético le fue anulado un tanto legal tras un duro disparo de Maxi Rodríguez que rechazó el cancerbero barcelonista. Eran minutos espectaculares, en los que el Atlético estaba siendo mejor y tejiendo las mejores intervenciones desde la llegada de Abel al banquillo. A partir de ese momento, se desató una batalla sin cuartel con idas y venidas en las dos áreas y con siete goles, remontada rojiblanca incluida.