Gonzalo Castro celebra su segundo gol.

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Gonzalo Castro se reivindica a gritos. El centrocampista uruguayo abrochó ayer su semana más grande desde que viste de rojo y condujo al Mallorca hacia un empate que, hasta su aparición, no era más que una quimera. El centrocampista zurdo aprovechó su vigésimo sexto partido oficial con los baleares para dar un golpe sobre la mesa y cautivar al público del ONO Estadi gracias su primer doblete en la Liga. Si hasta la semana pasada sólo había marcado un gol como bermellón (la última jornada del curso pasado, ante el Zaragoza), en sólo cuatro días ha sellado tres dianas decisivas.

El Chori llevaba algunas semanas pidiendo paso. Aunque esta temporada sólo había encontrado acomodo en el once en dos jornadas del campeonato (en casa ante Osasuna y fuera, ante el Betis), él se resistía a bajar los brazos y aprovechaba el trampolín de la Copa para complicarle a Manzano las decisiones. Titular en siete de los ochos partidos que ha disputado el equipo durante su travesía por el torneo del KO (sólo se perdió la vuelta de los octavos ante el Almería), Castro ya le había dejado una tarjeta de presentación a la defensa bética el pasado 22 de enero, coincidiendo con el encuentro de ida de la eliminatoria de cuartos de final. No marcó, pero fue el más destacado del encuentro y ayudó a que el grupo apalabrara la clasificación gracias a sus carreras por la orilla izquierda.

Un mes después de aquella fría noche copera, el charrúa volvió a la carga. El Mallorca no hallaba ninguna puerta de entrada entre la muralla que había levantado el Racing y Manzano recurrió a él y a Keita para buscar impulso. Los acomodó en las bandas y entre uno y otro derribaron a la defensa cántabra a base de velocidad. El resultado fue un penalti (Toni Moral le agarró dentro del área) que permitió a los isleños salvar tres puntos inmensos y darle continuidad al triunfo capturado días antes en Los Pajaritos.

Sin embargo, Castro seguía reservando las mejores gotas de su perfume para la visita copera del Barcelona. El mallorquinismo se conjuraba para abordar una remontada histórica y Manzano le mantenía incrustado. No perdonó. Encendió la luz con un golazo que levantó a las gradas en el epílogo del primer tiempo y dinamitó la zaga azulgrana tras el descanso. Los de Guardiola, con el miedo metido en el cuerpo, siguieron reculando hasta que Castro les puso definitivamente contra las cuerdas. Su compatriota Cáceres tuvo que atropellarle en el área de Pinto y Rubinos, además de mandar a la ducha al defensor culé, señaló un penalti que podía haber alterado el signo de la eliminatoria.

A pesar de todo, Manzano decidió mantenerlo ayer en el banquillo ante el Betis. El Mallorca había enlazado tres victorias en la Liga después de apoyarse en una base muy concreta y el técnico le reclutó cuando todo parecía perdido. Compareció sobre la alfombra de Son Moix a los 62 minutos de juego y aunque en ese instante el partido estaba ya muy cuesta arriba, se complicaría aún más después del tanto de Arzu (min.68), que parecía inclinar definitivamente la cita hacia el costado sevillano. O eso parecía...

Sólo tres minutos después del tercer arponazo verdiblanco, la figura del comandante Gonzalo Castro volvió a emerger frente a la portería de Ricardo. El uruguayo cazó un mal despeje de la defensa y sacó a pasear su zurda para colocar la primera piedra de un empate que, a esas alturas, todavía parecía inalcanzable.

El gol propulsó al equipo, pero también a la grada. Los futbolistas rojillos se volcaron sobre el marco visitante y siguieron escalando después de que Castro le siriviera el segundo tanto en bandeja a Webó. La fiesta se estaba cocinando.

Con la hinchada entregada y el Betis en un evidente proceso de descomposición, Castro redondeó su actuación más completa y pidió formalmente un hueco en el próximo once inicial tras una gran combinar de nuevo con Webó, el otro gran héroe de la jornada. La revolución había triunfado.