El Menorca había metido la bola del Manresa en la ruleta rusa. Fió la permanencia a la cita del Nou Congost, convencido de que iba a ganar, de que el enfermo iba a abrir los ojos. Pero lejos de rehabilitarse, el equipo de Imbroda salió del partido emanando un preocupante olor a cadáver. Ha agotado el ViveMenorca una de las vidas que le quedaban y la sensación que transmite el grupo es de que esto no tiene solución. Otro pésimo tercer cuarto, con una defensa de papel y una dirección de Imbroda bajo sospecha, dieron con un marcador que deja a los menorquines muy cerca de despeñarse a la LEB. Ni Burtt, ni la montaña de centímetros de Sundov y Weis, ni Imbroda. Nada funciona. El Menorca lo confió todo a su perímetro de entrada. Imbroda le cedió los galones a Jeter y Burtt y desde ahí el equipo generó muchas cosas en ataque. El grupo de Bintaufa encontraba todas las puertas abiertas, por las mismas por las que accedían los tiradores del Manresa, que se forraron en el primer parcial (9-8). El final de la primera manga fue un intercambio de golpes, con Grimau, Bulfoni, Stojic y Bazdaric retándose desde el triple, promovidos en parte por la zona que había dibujado Ponsarnau (24-22, primer cuarto).
Por aquel entonces Bazdaric ya había emitido señales de humo. Afincado en una esquina, aprovechó cada penetración de Jeter y Burtt para clavarle un puñal al Ricoh Manresa, lo que obligó a Ponsarnau a detener la función (28-31). El conjunto catalán tiró de Asselin y en un abrir y cerrar de ojos ya se había cobrado la deuda. Entre otras cosas, porque Guzmán estaba en pista. El Menorca empezó a enredarse en la madeja manresana y sólo Burtt llevaba la linterna en ataque. Pero una técnica al jugador de New York originó un trágico parcial para macharse a la ducha (43-38, descanso). Imbroda probó con Stojic de cuatro y Marc en el ala, pero el invento lo aprovechó el Manresa para demarrar. Bulfoni hiló 8 puntos consecutivos, mientras Asselin y Rubio aprovechaban los desajustes en la defensa del Menorca, que era una broma. El partido se rajaba (64-49). Al equipo isleño le temblaban las piernas y las miradas perdidas empezaban a sucederse (70-56, tercer cuarto). El epílogo del encuentro fue prolongar la agonía. El Nou Congost tiraba serpentinas, mientras Burtt se liaba la manta a la cabeza y del resto no había noticias.
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