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Javier Giraldo|MÚNICH
Sin el lustre del partido de ida, pero con la eficacia que le permite su amplio catálogo de recursos, el Barcelona tramitó en el Allianz Arena de Múnich su eliminatoria ante el Bayern con un empate (1-1) que le clasifica para las semifinales de la Liga de Campeones.

De menos a más durante el partido, el Barcelona se recuperó de un inicio incómodo para acabar silenciando el estadio del Bayern. Si en la primera parte salvó la papeleta con un fútbol práctico, en la segunda pudo desplegar el juego que ya le ha situado entre los cuatro mejores del continente. Nunca temió por la eliminatoria, sentenciada ya en Barcelona (4-0).

Mermado por las ausencias de Schweinsteiger y Podolski, el Bayern quedó a expensas de la inspiración de Ribéry. Pero más allá del francés, el Bayern fue un desierto futbolístico. Planteó un partido más físico que en la ida, arropado por la sonoridad de su estadio, pero su fútbol no estuvo a la altura de la solemnidad del recinto.

A empujones, el equipo de Klinsmann intentó cohibir al Barça, que plantó cara en la batalla psicológica, fiel a su estilo de afrontar cada partido como si fuese el último.

En partidos así, los primeros minutos son decisivos. Una jugada pudo cambiar el panorama. Abidal, de nuevo titular después de casi dos meses de lesión, regaló la pelota a Sosa. Su centro desde la banda derecha sólo lo acarició Toni. Un gol hubiera puesto en apuros al Barça. El error del delantero certificó que no habría historia.

Con 45 minutos de retraso, el Bayern movió el marcador. Lo hizo Ribéry, el faro futbolístico del conjunto alemán. A la salida del descanso, con los jugadores del Barcelona aún atándose las botas, llegó al área azulgrana, sentó a Valdés y firmó el 1-0. No se inmutó el Barça, dueño de la pelota en el estadio bávaro. Respondió con entereza. Desactivó el posible aluvión del Bayern. Los alemanes parecieron conformarse con una victoria por la mínima para cumplir el deseo de su entrenador, caer con honores.

El Barça, en cambio, es un equipo ambicioso y vive instalado en un optimismo que le permite disfrutar de su fútbol.
Anclado por Touré, una montaña en la medular, y dirigido por la sutileza de Xavi, el Barcelona gobernó el partido en la segunda parte con una autoridad incontestable. Apareció Iniesta y Messi pidió la palabra. Enfrente, el Bayern no encontró manera de persistir en una remontada imposible. Su juego terminó en el gol de Ribéry. Ni volvió a pisar el área de Valdés.

Después de un frustrado remate de Etoo a dos metros de Butt, el Barça encontró el gol que premió su esfuerzo. Iniesta, Etoo y Xavi combinaron en el área de Butt como si fuese un entrenamiento. El rondo lo cerró Keita, que remató a la red el balón cedido por Xavi desde el punto de penalti. El empate cerró la eliminatoria y en semifinales le espera un viejo conocido: el Chelsea.