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Patricia Rodríguez|LONDRES
Un Chelsea sobrado de confianza se clasificó anoche para las semifinales de la Champions tras lograr un más que reñido empate a cuatro en Stamford Bridge ante un Liverpool al que le pesó el lastre de la ida y que tuvo que decir adiós, pese a haber estado muy cerca de otra de sus remontadas épicas.

Era casi una misión imposible para un conjunto bendecido, históricamente, por la buena fortuna. El 1-3 que les asestaba el Chelsea en su templo de Anfield dejaba un árido panorama por salvar a los hombres de Benítez. Aunque no estuvieron tan lejos.

Anoche en la fortaleza blue, en un Stamford Bridge abarrotado, no pudo ser y los reds quedaron apeados de un torneo que tradicionalmente saca lo mejor de este club. El que ganaron en una noche mágica en Estambul en el 2005 en una gesta inolvidable ante el Milán. El entrenador madrileño estuvo pendiente de Gerrard, aunque finalmente lo excluyó de la convocatoria en favor de Lucas Leiva y cedió el brazalete de la capitanía a Carragher.

Que el Liverpool goza de buena fortuna lo sabe todo el mundo en Inglaterra y en esta primera mitad, el factor suerte tampoco le dio la espalda. La plantilla visitante lograba bloquear la fortísima presión blue para estrenar el marcador y lograr a los 19 minutos de partido ese ansiado primer gol del que tanto hablaba Benítez la víspera. Lo marcó el brasileño Fabio Aurelio con una falta directa que se coló pegado al palo izquierdo de la meta Cech. Ese tanto dio chispa al encuentro y motivación al conjunto visitante, que cogió más altura poco después gracias a un penalti transformado por Xabi Alonso.

El paso por vestuarios dio determinación a un Liverpool que ahora se creía capaz de todo; pero también empujó al once de Hiddink, consciente de lo que podían perder si se relajaban. Y espabilaron. Una negligencia de Reina le costó carísima al once visitante, que encajó un doloroso gol de Drogba en el minuto 51.

Y de pronto, se alteró el guión, con un Chelsea que reclamaba lo que consideraba suyo. Le tocó el turno esta vez a Alex, que niveló el marcador con un potente lanzamiento de falta.

La recta final fue frenética. Sucesión de goles en cuestión de instantes. El Liverpool encajaba otro doloroso tanto de Frank Lampard, que remató un pase de Drogba. Y, para mayor emoción, el Liverpool replicó en cuestión de sólo tres minutos, el tiempo que tardaron el brasileño Lucas, primero, y el holandés Kuyt, después en poner por delante a su equipo. Pesaba todavía, eso sí, el lastre numérico de la ida. Pero el nerviosismo se instaló de nuevo en la afición local. Volvió a empatar Lampard -capitán ayer de los blues, en ausencia de John Terry- y esta vez ya no hubo más momentos mágicos para el Liverpool.