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Solventado el asunto de la permanencia con una autoridad y eficacia del todo imprevisibles, las prioridades de Mateu Alemany han virado hacia los despachos. El Mallorca tiene garantizada su continuidad entre la élite del fútbol nacional, pero su futuro societario es ahora mismo indescifrable. El actual presidente, que el 30 de junio hará efectiva la compra de las acciones que controlaba la familia Grande a través de un crédito bancario avalado por él mismo y un grupo de consejeros, ha decidido afrontar "antes de lo previsto" el segundo gran objetivo que se trazó durante el mes de enero y tras relevar a Joaquín García en la poltrona de la entidad: la venta del club.

«No tengo ningún comprador», repite una y otra vez el abogado nacido en Andratx cada vez que es requerido por una cuestión predestinada a polarizar de nuevo el verano futbolístico balear y que resultará extremadamente compleja. Porque Alemany aspira a condicionar la venta y su prioridad pasa por dejar el el club en manos indígenas. ¿Es eso posible?

Históricamente, el tejido empresarial balear nunca ha mostrado excesivo interés por el Mallorca. Las excepciones de Miquel Dalmau, Bartomeu Cursach o el propio Vicenç Grande conviven en el tiempo con la mallorquinización del accionariado, una operación que lideró el propio Alemany poco después de que el Grupo Z dictara unas estrictas normas de autofinanciación inasumibles.

Pero la mallorquinización del accinariado también exhibió pronto su fecha de caducidad y acabó generando enemigos difícilmente reconciliables y desuniendo a las grandes familias mallorquinistas.

La experiencia también supuso un enorme desgaste para el propio Alemany, que difícilmente emprenderá otra aventura de estas características.
Con la tragicomedia protagonziada por Vicenç Grande y Paul Davidson todavía fresca en la memoria de los aficionados, Mateu Alemany garantiza discrección y seriedad en cualquier operación, pero el problema real es que no se adivina la figura de ningún comprador en el horizonte y menos aún con el perfil que busca el presidente para dar forma a su «venta responsable».

El escenario, que la recesión económica global impide edulcorar, resulta laberíntico. Alemany busca un comprador mallorquín, con músculo financiero para asumir las pérdidas del ejercicio actual "cifradas en unos 10 millones de euros" y que ponga sobre la mesa un proyecto deportivo interesante a medio plazo.

La cuenta atrás se ha disparado, aunque la responsabilidad final de la venta del club no recaerá exclusivamente sobre las espaldas de Alemany, que consensuará cualquier movimiento relevante con su consejo de administración.

El presidente no ha cerrado las puertas a ningún comprador 'exótico', pero anhela que la nueva propiedad tenga residencia en la Isla.
El plan «B» es de transición. Sería el actual órgano de gobierno quien debería asumir la gestión de la sociedad y aplicar una contención de gasto brutal. La ampliación de capital que necesita el club sería suplida por la venta de activos "los mejores futbolitas" y el Mallorca debería gestionarse bajo una economía de guerra.