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Fernando Fernández El 'método Sóller' ha traspasado fronteras. Tanto, que otros clubes de la máxima categoría del baloncesto femenino español ya aplican el modelo que ha llevado a un debutante a hacerse un hueco en Europa. «El secreto es la labor de equipo y el ambiente familiar», explica Joan Puigserver, director ejecutivo de Liga Femenina y motor de este sueño. Cerrado el primer capítulo de la travesía, el balance no puede ser mejor. «Deportivamente, espectacular. Más, con los problemas de pabellón, la lesión de Gabi (Ocete) o la marcha de Llamas. Nunca pensábamos que la permanencia estaría resuelta en Navidad. ¿Lo peor? No haber podido jugar en Sóller», asevera el técnico, Jorge Méndez, quien destaca «la tranquilidad que supone renovar al bloque. Así, te aseguras una base competitiva y con nivel, y sabes el coste del equipo en dos años. Después, es hilar fino para apuntalar el bloque con buenos fichajes».

Clasificadas para la Copa de la Reina y sextas en la liga regular, el premio de jugar en Europa (la inscripción se cierra el 20 de junio) pasa «por encontrar un espónsor», explica Pepe Peñas, director deportivo, a lo que Méndez añade que «ayudaría a invertir en plantilla por su desgaste, y a contar con una persona a tiempo completo en el club». Mientras, las primeras medidas llegan, y la reducción de presupuesto -unos 50 mil euros en ahorros en viajes, pisos, fichas...- es la más notable. «Económicamente, saldremos desde la humildad, con la permanencia como meta, sabiendo que se nos exigirá más», prosigue Puigserver, quien apela al trabajo que ha de llevar a que, además del apoyo institucional, unas 80 empresas de Sóller y otros rincones de Mallorca, y una masa que se espera llegue a 500 socios, apuesten por el nuevo Mariana, en el que las jugadoras de las Islas ganan peso. Picornell o Bolívar son las últimas muestras, pero Paula Seguí, Julia Melina o María España, y a medio plazo Marta Fernández, están en la agenda, en la que el CTEIB juega un papel clave, a expensas de saber si estará en Liga Femenina 2. Eso sí, ilusión y ambición no faltan en la Vall.